100 días para… dar la talla como oposición

El PSOE debe ponerse las pilas, y PP y Cs demuestran que no estaban preparados para gobernar

Juanma Moreno y el alcalde de Jaén, Javier Márquez, junto a la Catedral jiennense en su primera visita institucional a la ciudad.

Juanma Moreno y el alcalde de Jaén, Javier Márquez, junto a la Catedral jiennense en su primera visita institucional a la ciudad. / EFE

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La línea entre lo sublime y lo ridículo a veces es muy fina. (A saber si realmente eso lo dijo el Gran Corso al retirarse de Rusia en 1812, porque a Bonaparte le caen casi tantas citas apócrifas como a Churchill). En todo caso, la tentación de ponerse estupendos a menudo acaba en algo sonrojante. El PSOE trató de presentar el viaje de Moreno Bonilla a Colón como si prostituyera la Presidencia de la Junta. Incluso Gómez de Celis se rasgaba las vestiduras: ¡una manifestación partidista! Desde el PSOE recordaban a MB que es presidente de todos los andaluces y les debe lealtad institucional. A ver, descubrir después de 36 años que los presidentes de la Junta tienen actividad de partido es como aquello del capitán Renault en Casablanca al descubrir que en Rick's se jugaba: cinismo impúdico. Ángeles Férriz -con poco brillo para ser la estrella emergente del socialismo meridional- sostenía que ir a Colón era poner Andalucía al servicio de los intereses de Casado. Qué cosas. No hay que confundir Génova con el BOJA. Claro que también la portavoz conservadora, Loles López, cruzó la línea de lo ridículo al proclamar que los andaluces se sentían orgullosos de ver a Moreno en Colón defendiendo la igualdad de los españoles. Claro que sí, seguro. En fin, este es el nivelito. Si el PP tiene un plazo de 100 días para dar la talla como Gobierno, el PSOE debería ir considerando que tienen 100 días para dar la talla como oposición. La negligencia con la Comisión de Memoria Histórica ha sido de traca. Ya pueden espabilar unos y otros, porque el PP y Cs no acaban de empezar a gobernar, y el PSOE no acaba de empezar a hacer oposición. Tic-tac.

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Pues sí, en política, como decía Tarradellas, hay una cosa que nunca se debe hacer: el ridículo. Y sobre todo, en los primeros 100 días, bajo los focos. Las polémicas artificiales tienen además un efecto colateral: desprestigiar las polémicas reales. El PSOE no puede enredarse con Moreno en Colón mientras Moreno admite que la cifra de 600.000 empleos también era, como la bajada masiva de impuestos, falsa. Las dos grandes promesas de la campaña para llegar a San Telmo no han resistido ni el primer mes. Y entretanto, PP y Cs siguen demostrando que no estaban preparados para gobernar. El espectáculo del casting parece obra de un guionista fumeta de serie B. Altos cargos investigados, fichajes socialistas antes criticados, fugas misteriosas del organigrama, dimisiones en 24 horas… del abogado del principal imputado en los ERE como alto cargo de Justicia a la abogada que hizo perder 200 millones a la Junta en Granada, y todo entre peleas internas por nombramientos que no pasan de los titulares tirándose catedráticos a la cara como quien se tira los trastos. Todo un espectáculo que tapa sus primeras medidas y chiringuitos desmantelados. No parece sólo un problema de banquillo, también parece un problema de inteligencia política.

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Por una de esas ironías del destino que tanto gustaban a Isak Dinesen, el primer acto de la campaña de Sánchez será hoy en Sevilla con Susana Díaz. Ambos no sólo se han deseado la muerte (políticamente hablando), sino que ambos han tratado de matar al otro (políticamente hablando). Hoy por primera vez en años se encuentran estando débiles los dos. No están para matarse, sino para tratar de ayudarse a sobrevivir. Se necesitan. Cualquier esperanza de Sánchez pasa por movilizar el Sur -el susanismo no cometerá el error de pagar con la misma moneda abstencionista que el sanchismo les dispensó el 2-D- y Susana Díaz sabe que ella necesita tiempo. De momento, María Jesús Montero, la figura estelar del naufragio presupuestario, no va a pasar de sucesora de Whastapp. Hubo un tiempo en que lo de Sánchez y Susana parecía el lema de Los inmortales: "al final sólo puede quedar uno". Ahora parece algo diferente: a ver si al final puede quedar alguno.

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