La tapia del manicomio

Las utopías generan melancolías

Los que se han apuntado al independentismo la van a emprender con los que le abren los ojos y no al contrario

Las utopías provocan un efecto contrario al pretendido. Mientras se formulan se generan grandes esperanzas de mejora de la sociedad en general, de los individuos y hasta de los animales, minerales y plantas. Todos vivirán mucho mejor, trabajando lo justo para no aburrirse, ya que la vida será casi eterna, no habrá hambre ni enfermedades y la muerte estará muy controlada. Por ejemplo, alguna utopía actual dice que las pensiones serán más que sostenibles y muy elevadas. Lo malo de todas las utopías -repetimos, todas, porque hasta ahora no se ha cumplido ninguna- es que, o no se han llevado a la práctica o cuando se ha intentado han devenido distopía. Esta palabra, por cierto, es tan reciente que ni la admite el corrector de Word (que es una mierda, dicho sea de paso). Es un descubrimiento gramatical que define mejor que utopía lo que pude ocurrir cuando nos dejamos llevar de sentimientos, creencias e ilusiones cuanto más lejos de la realidad, mejor. Es sabido que las modas -sean de lo que sean- cuanto más gilipollas y/o irracionales sean más gente las sigue.

Es claro que las ilusiones incumplidas generan melancolía. Y que se quede en melancolía, que al fin y al cabo es un estado de ánimo agridulce y hasta creativo. Porque si la frustración alcanza el grado de desesperanza y rabia, la persona que se veía ya viviendo en Jauja y se da cuenta de que ha estado en Babia acaba bien jodida. Lo peor es cuando afecta a grupos numerosos, porque cuando tiene uno un fracaso se aguanta y en paz, pero cuando una multitud se siente engañada, ¿cómo se lo tomará? ¿Contra quién o qué se revolverá?

Como solemos ser así de irracionales, lo más probable es que los que se han apuntado al independentismo en los últimos años, la emprendan contra el que les ha abierto los ojos en vez de contra el que le provocó la ceguera. Verbigracia, arremeten contra los bancos y empresas que se han ido, en vez de ciscarse en los que les aseguraban que no sólo no se irían sino que vendrían más. Insultan a los dirigentes de la U.E -"son unos cerdos", dice Llach- en vez de en vez de marginar a los que les dijeron que Europa los admitiría, con palmas y olivos, al día siguiente de proclamar la independencia. Se pueden rellenar varias hojas con trolas similares. Le cedemos la palabra al lector.

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