República de las Letras

¿Cómo va esto?

Es un descubrimiento continuo, una sorpresa cada día: nunca sabe uno qué sonrisa nos va a regalarUna dirigente cuyo nombre no aparece, ni de rebote, en los casos de corrupción que han proliferado en el PP

Hace mucho que no escribo sobre ella. Ella. ¡Cómo explicarla! ¡Cómo contarla sin que suene a cursilería ni pasión de abuelo! Ella me saca de lo ordinario, de lo obvio, de lo cotidianamente manido. Ella es una incógnita permanente, un descubrimiento continuo, una sorpresa cada día. Nunca sabe uno qué sonrisa nos va a regalar, con qué palabra va a definir la situación, qué recurso expresivo -gesto, mirada, ademán, frase…- nos va a impresionar sin proponérselo. Así es ella conforme ha cumplido 4 añitos y crece y crece camino de los 5.

No quiero seguir escribiendo sobre ella si esto va a sonar a cursilería de abuelo baboso. Quiero reflejar aquí -pero es muy, muy difícil- su inteligencia, sus recursos expresivos, su dominio del lenguaje. Pero sobre todo su encanto, su saber estar, su perfecta conexión con todos nosotros. No hay otra igual: es obediente, asume la norma sin más, no por autoridad de quien se la impone, su madre, su padre, que también, sino porque comprende por qué se le impone. Se le explica, lo entiende, lo interioriza y punto. Nunca una pataleta ni una lloriquera ni una cabezonería… Nada. Siempre digo que todo, todo, es obra de su madre, que le ha dedicado tiempo, amor y esfuerzo, y le explica todo, le evita malas costumbres, la enseña, la educa. Y todo a media voz. Todo en tonos cariñosos.

La última de sus cosas: bajamos por la escalera del edificio, su madre se adelanta. Mi hijo, en su rellano, nos invita a pasar a su casa para enseñarnos algo. Ella queda dudosa entre su madre, que baja, y yo. Los dos queremos entrar en casa de mi hijo, pero ella permanece atenta a la llamada de su madre mientras no se atreve a continuar la bajada por su cuenta, porque siempre debe bajar la escalera cogida de la mano. Enseguida insinúa un "pucherico" -dice ella- y pregunta, confundida y con las manos abiertas, una hacia nosotros, otra hacia la escalera por donde baja su madre:

-A ver, ¿cómo va esto?, ¿esto cómo va?

Es la enésima vez que me enseña cómo es de inteligente. Siempre sabe expresar con intuitiva precisión su pensamiento, en este caso sus dudas. Quiere obedecer todas las reglas: no bajar sola las escaleras; seguirme a mí, pues iba bajando conmigo, y la orden de su madre. Y qué sufrimiento en tal disyuntiva: mi madre me llama; mi abuelo se entretiene; no puedo bajar sola. Entonces:

-¿Cómo va esto? ¿Esto cómo va?

¡Qué exactitud! Con sólo 4 años. Se llama Abril.

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