De la vacuna, hasta el culillo

Así que vacunas para todos, cuanto antes mejor y hasta, como decía el Consejero de la Junta, los culillos de los viales

A estas alturas del historial pandémico resulta absurdo ese debate, aún persistente, sobre la obligación social de vacunarse frente al derecho personal de no hacerlo. Y digo absurdo porque solo hay una respuesta lógica: sí hay que vacunarse. Por la misma razón por la que se usa el cinturón de seguridad en un vehículo o el casco en una moto para circular. Casos análogos porque no llevar cinturón o casco, no atenta contra nadie y, sin embargo, incrementa el riesgo del necio infractor de reduplicar los daños de "su" accidente. En el debate parlamentario que justificó la ley de tráfico que dispuso su uso, se arguyó el costo brutal que suponía para la sociedad la mayor gravedad de las lesiones por no guardar medidas de seguridad mínimas, que era posible adoptar y servían para reducir una incidencia clínica que, al final, pagamos todos a través de la saturación de los hospitales y de sobrecostos sanitarios. Así que se legisló sancionar, desde hace décadas, conductas privadas que incrementaran riesgos que, al final perjudican al colectivo. Porque "con/vivir" exige renunciar a libertades y privarse de caprichos individuales en aras del bien común y de construir una sociedad más justa y menos egoísta. Desde tal exigencia, que es un pilar del "Estado social" consagrado por artículo 1º de la Constitución, resulta patético querer priorizar el antojo antivacuna, a despecho del riesgo ajeno y a la vez querer disfrutar, eso sí, de todas las ventajas de "vivir en sociedad": ir al mercado, de paseo o al bar. Un dislate. Así que vacunas para todos, cuanto antes mejor, aprovechando todos los recursos y hasta, como decía el Consejero de la Junta, los culillos de los viales. Expresión acaso poco ortodoxa pero bien ilustrativa para usuarios del sistema andaluz de magnitudes, donde ya sabemos que, como diría mi amigo Pedro Medina con su chispeante prosodia granaína, es «esa mihilla que con diez mihillas más, hacen una mihaja que si juntas a más mihajas ya empiezan a ser una panzá que junto a otras panzás, llegan al ¡laavín, compae!». Que sería algo así como la repera de la vacuna para todos, al menos, claro, cuando nos lleguen las mihillas que sobren en los países más ricos, y pillos, que acaparan hoy las viales. "Conti coneso, to'esa pechá" de insolidarios arregostaos a reclamar derechos sin deberes, tienen otra opción: que profesen de eremitas y allí vivan, y nos dejen vivir al resto, en paz.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios