A dos metros

Ricardo Alba

La vacuna española

A fuerza de tanto verlo y oírlo, hemos aprendido los nombres de las distintas vacunas protectoras del coronavirus

Afuerza de tanto verlo y oírlo, hemos aprendido los nombres de las distintas vacunas protectoras del coronavirus, su procedencia, qué farmacéuticas cumplen su contrato de producción y qué otras no, o cuáles son efectivas de tal a tal primavera. En definitiva, hemos empollado acerca de las vacunas como antes nos sabíamos de carrerilla la alineación de nuestro equipo de fútbol. Incluso algunos fenómenos conocen el plan de vacunación según la edad, profesión de riesgo y ya, de paso, los nombres y apellidos de los transgresores del turno establecido. Además, sabemos quien se ha lavado las manos en estos asuntos y qué diecisiete cargan el mochuelo. Por si fuera poco, desconocemos en materia sanitaria las consecuencias de los cierres perimetrales, de la relajación de las medidas, asuntos en el que tantos y tantos expertos no acaban de ponerse de acuerdo. Nosotros, naturalmente, tampoco.

De lo que no se habla es de la vacuna española cuando hay tanto por decir. Personalmente, quedé sorprendido ante el buen reportaje elaborado por los informativos de la Cuatro. Una pieza que pone al descubierto las vergüenzas de la investigación en España. En resumen, el investigador del CSIC Vicente Larraga, de 73 años y ya jubilado, por lo que cobra la pensión de la Seguridad Social, se halla al frente de un equipo que investiga la vacuna española contra el Covid, entre ellos Luis Enjuanes, Mariano Esteban (también jubilados), y Pedro Alcolea, asistidos por doctores 'becarios' contratados temporalmente, caso de Silvia Ruiz, Fran Loriza y Jaime Larraga, cuyos sueldos no pasan de los 1.500 euros mensuales. En las imágenes, el laboratorio donde trabajan estos científicos parecía un Cheminova de los juegos Geyper. Para remate, el ensayo en humanos se va a los 25 millones de euros que han de conseguir con financiación privada. Y esto es lo que hay para mayor gloria de la investigación científica en España. Ojo, que algún indocumentado pretende nacionalizar la única farmacéutica española que fabrica. Cuando uno lee o escucha a científicos españoles, investigadores, epidemiólogos y así, resulta que trabajan en Estados Unidos, en Alemania, en Australia, en la Laponia. Son cerebros brillantes formados aquí, en España, y fugados forzosamente para ejercer su talento en condiciones impensables en nuestro país. Veamos, si ello es posible, cuántos de esa porrada de millones de euros procedentes de la Unión Europea se dedican a la Ciencia que no sea política.

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