El valor del fracaso

El fracaso cotiza al alza, cuanto más cansados estamos de fallar más cerca estamos del triunfo

En su consabido pragmatismo dicen los americanos que "no te fíes de un empresario que no haya caído tres veces". Este refranillo da cuenta de que los tropiezos resultan etapas necesarias para alcanzar el éxito. En nuestra cultura aún sentimos cierto pudor a la hora de airear nuestros patazos más notorios pero no sucede así en otros lugares. Y es que el fracaso cotiza al alza, sobre todo en los países anglosajones, hasta el punto de que muchos se atreven a incluirlo en su currículum como símbolo de su constancia. He intentado buscar bibliografía sobre cuántas veces fracasamos a lo largo de una vida pero la ciencia aún no ha mesurado esta humana habilidad. Supongo que porque la heterogeneidad es amplia entre sujetos. Sin embargo, en la mercadotecnia, sí está estudiado: el 90% de los productos nuevos que salen a la venta fracasan pero aún así cada día se lanzan otros nuevos.

Si interpretamos el talento como una constante fija de nuestra personalidad podremos sufrir mucho cuando el resultado de nuestro tesón no se corresponda con lo que esperábamos. Pero si vemos el éxito como un producto incremental y sumatorio de esfuerzos no viviremos el fallo de forma humillante si no como un paso más hacia el objetivo. Cuanto más cerca estamos de claudicar más próximos tenemos el triunfo. Y si la caída propia duele ¿qué opinan de la ajena? Cuántos de nosotros sentimos un regocijo oscuro cuando el negocio de un conocido que nos cae mal debe cerrar. Y cuántos apreciamos el esfuerzo y la tenacidad que esconde ese traspiés. El fracaso ajeno es un espejo interior, el propio habla de nosotros y de cómo entendemos el mundo. La derrota nos hace humildes, humanos. Refuerza la capacidad de sacrificio y nos entrena en la perseverancia. Nos fortalece ante el desaliento. Por último, el fracaso, nos brinda la oportunidad de relativizar. "¿Cómo de importante es esto si lo comparo? ¿Cómo de grave me parecerá pasado un tiempo?"

Hay gran cantidad de personajes famosos que protagonizaron estrepitosas caídas antes de triunfar. A mi, particularmente, me gusta T. Edison. Antes de registrar sus casi mil patentes le habían despedido de tres empleos distintos por su falta de productividad. Cuando presentó su invento más famoso hubo quien le preguntó: "¿cuántas veces fracasaste antes de que funcionase?" Él contestó: "ni una sola, simplemente conozco cientos de formas de no hacer una bombilla".

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