Comunicación (im)perinente

Francisco García Marcos

El veneno herderiano

T ODO esto lo empezó Herder de manera vehemente, aunque involuntaria. Ha sido uno de los grandes referentes de la cultura europea. Poeta, teólogo, crítico literario, filósofo tuvo un ascendiente directo sobre el romanticismo alemán y, en especial, sobre Goethe. También realizó alguna que otra incursión lingüística. Su Ensayo sobre el origen del lenguaje fue premiado por la Academia de Ciencias de Berlín en 1777. Allí sostenía la tesis de que el lenguaje humano había seguido una evolución progresiva, de lo más primitivas hasta lo más sofisticada, el alemán. Junto a las lenguas, también se desarrollaban las culturas y los pueblos, porque las lenguas eran la transcripción más inmediata del espíritu nacional. De manera que, sí, también había culturas principales y secundarias, pueblos superiores e inferiores. Herder se persuadió pronto de la monstruosidad que había pergeñado y, solo un año después, abjuró por completo de su texto. Tarde. El veneno ya circulaba por las venas de la historia, listo para reproducirse cuando hiciera falta. Ofrecía una herramienta idónea para los políticos nacionalistas. Establecida la igualdad entre una lengua y una nación, a continuación, se las vinculaba a una cosmovisión propia y distintiva, con lo que se completaba el utillaje nuclear del credo nacionalista. Todo quedó dispuesto, pues, para que periódicamente los hechiceros patriotas de turno invocaran las sagradas esencias nacionales a través de las lenguas. Recientemente ha vuelto a ocurrir, en Cataluña, otra vez. La Plataforma per la Llengua ha iniciado una campaña destinada a fomentar el uso del catalán en cualquier circunstancia cotidiana, sin excepciones. Para esta nueva cruzada idiomática se apela a los padres, como incitadores del uso indiscriminado del catalán. Por lo demás, se han empleado algunos procedimientos deontológicamente muy cuestionables. No es decente recoger de incógnito datos acerca de los usos lingüísticos en los patios escolares catalanes. Para un lingüista todo eso resulta insostenible. Esa línea argumental descansa en una suposición tan falsa como que lo natural es usar una sola lengua. Sin embargo, conocemos la existencia de personas bilingües desde los tiempos mesopotámicos, hace 5 mil años. Además, la vida lingüística está determinada por las coordenadas históricas de cada época. Hace 150 años era imposible aspirar al cuerpo diplomático sin dominar el francés. Hoy, evidentemente, no es así. Las lenguas son instrumentos de comunicación, no banderas, ni símbolos, ni esquemas mentales. Disponer de más de una lengua supone ampliar el abanico comunicativo de una persona. De manera que cada cual debería tener la libertad de elegir la que más le plazca o la que más útil le resulte en cada momento. Mi hijo mayor apenas usa el español para escribir sus artículos. Son los tiempos que corren, el compás que marca la sociedad científica entre la que nos desenvolvemos. No lo pienso castigar sin postre.

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