Uno versus muchos

Cuando el mal viene solo en forma de tragedia, sea meteorológica, económica o médica minoritaria, parece que el interés se pierde y ni se piden ni se conceden ayudas

D ICE el refrán aquello de "bienvenido el mal si viene solo". Es cierto y puedo corroborarlo personalmente. Y no solo es mi experiencia. Si nos fijamos ahora en lo que nos está sucediendo, vemos que, a modo de las famosos borrascas impulsadas por la "corriente en chorro" de la que hablaba el inefable Mariano Medina, se están encadenando nuestros problemas que al parecer se iniciaron con el dichoso coronavirus y que, por ahora, han visto su último coletazo con Filomena o los terremotos. Entre el uno y la otra las muertes y las crisis económicas no parecen tener fin. Los muertos, al ser muchos, recibieron su homenaje y se les recuerda y se les nombra (aunque ahora menos); y como muchas empresas y personas se están viendo abocadas a la ruina se pide y se promete que recibirán ayudas para paliar los desastrosos resultados. Tanto lo uno como lo otro es razonable y para eso está el Estado, para no dejar ni al país ni a tantos particulares en la estacada. Pero en este caso parece que todos los afectados deberán dar la "bienvenida" al mal porque ha venido acompañado y ha afectado a muchas personas, por lo que existe la posibilidad de recibir ayudas. Sin embargo, cuando el mal viene solo en forma de alguna tragedia minoritaria, sea meteorológica, económica o médica, parece que el interés se pierde y ni se piden ni se conceden ayudas, por más que los resultados para algún o algunos pocos individuos sean tan penosos o más que cuando alguna zona del país se declara zona catastrófica. Por ejemplo, un individuo concreto tiene una empresa, sea o no de hostelería, que parece ser la que más reivindica en la actualidad más ayudas. A ese individuo le sobreviene una

contratiempo y no puede seguir con su negocio. No es culpable de su caída y los resultados, para él, son tan nefastos como lo son para tantos particulares en el caso del coronavirus (pongamos por caso). La situación ni se conoce ni se nombra ni tiene derecho a ayuda alguna. O a alguien se le hiela la cosecha de la almendra y no tiene seguro (tampoco lo tienen los que va a recibir las ayudas por Filomena). No digo que vayan a salir en prensa. Pero ¿no debe brillar también para ellos la luz del Estado? ¿Es una situación justa? Si la función del Estado es sacar a flote a sus ciudadanos (entre otras cosas), ¿no habría que fijar protocolos (aunque yo prefiero decir "instrucciones") que posibiliten que esos particulares puedan superar su situación.

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