Metafóricamente hablando

La victoria de Samotracia

Cada vez contemplaba más sonrisas enigmáticas, sin que pudiese deducir qué era lo que les hacía sonreír

Pasó su mirada por las estanterías repletas de libros, al azar sus ojos se encontraron con la novela que en los años 80 le enamoró perdidamente, era una de esas obras cuya lectura cambia la vida del lector para siempre, llena espacios emocionales aún desconocidos, que con el tiempo se convierte en una lectura imprescindible para conocer el alma humana. El libro se llamaba "La sonrisa Etrusca". Se acordó de la imagen que en su juventud tenía sobre los etruscos, un cóctel de ignorancia e imaginación hacía que los visualizase vestidos con togas blancas, tumbados sobre camas turcas, comiendo y derramando felicidad. Más tarde, la arqueología descubrió una realidad algo distinta, de este pueblo de la Toscana…, pero él no renunció a esa imagen bucólica de los etruscos. Jose Luis Sampedro, cambió radicalmente el significado de este nombre, el amor incondicional de un abuelo hacia su nieto, ese lazo invisible, esa fuerza colosal que los unía, fue una nueva forma de conocer el amor más puro que se hubiese descrito en años. Había transcurrido algún tiempo desde su lectura, y ahora, viendo todo lo que pasaba en el mundo, el cinismo que se instalaba en una sociedad golpeada por una crisis global, por un sentido de la fatalidad, que subrepticiamente se iba instalando en los corazones, y que poco a poco caía bajo la presión del miedo al futuro como si nada sucediese alrededor, conoció otra acepción del término. La sonrisa etrusca, había sido definida como la sonrisa más enigmática y misteriosa de cuantas se habían conocido, incluida la de la Gioconda, el misterioso rictus de los sarcófagos, de repente lo veía por todas partes. Sería posible que hubiese renacido ese gesto unos dos mil trescientos años después de desaparecer la cultura que lo inmortalizó?, o quizá la pregunta estaba mal planteada: sería posible que nunca hubiese desaparecido? Se mesó la barba con sus dedos ligeramente rígidos, en un intento de meditación impropio de él a tan altas horas de la madrugada, le costaba dormirse después de ver tanto etrusco resucitado. Reinaba un silencio tal, que se podría escuchar el vuelo de una mariposa, las calles vacías se asustarían si una hoja cayera sobre el asfalto, las gentes seguramente dormitarían envueltos entre sábanas y sueños imposibles de desligar. Mientras tanto, él iba visualizando, como si de una película de cine mudo se tratase, los rostros que habían pasado por sus ojos a lo largo del día. Cada vez contemplaba más sonrisas enigmáticas, sin que pudiese deducir qué era lo que les hacía sonreír. En Andalucía se había dado el pistoletazo de salida hacia sus próximos cuatro años, su presidente sonreía enigmático, mientras anunciaba las próximas elecciones. Estaba seguro, la sonrisa etrusca no había muerto, y los etruscos…? Dudó.

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