La vida como arma

Poner en duda el sistema, el propio origen del ser humano y su fin son cuestiones que se establecen en cualquier tiempo

Furcht aseveraba que ante la muerte, siempre se impone la vida, aunque sea bajo los harapos de la servidumbre. El sistema capitalista o social -se denomine como se desee- crea el escenario perfecto para que el individuo siempre anhele el sometimiento antes que la libertad del individuo. Así, subordinado el individuo a la angustia existencial y a la muerte, la necesidad de vivir pasa a ser una de las prioridades del ser humano, aceptando el orden impuesto.

La conciencia al ser humano se expone a una búsqueda en sí misma continua. Poner en duda el sistema, el propio origen del ser humano y su fin son cuestiones que se establecen en cualquier tiempo, lugar o circunstancia. Y la conciencia de éste o de ésta de la duda, nos arrastra a la angustia y a la muerte. Ambas, elementos básicos a los que el ser humano se enfrenta de una forma velada e íntima, pero que condiciona todos sus actos y decisiones. Cuando el sistema nos invita a decantarnos ante ejercer el liderazgo o no, ante ser parte de la maquinaria capitalista o no, nos están inculcando la necesidad de ser los dueños de todo a través de la sumisión del individuo ante el capital o lo material. Nos dicen que podemos aspirar a todo lo que queramos y sin embargo no nos cuentan el precio que tenemos que pagar por ello. La necesidad de quererlo todo nos arrastra a la angustia de tenerlo y por lo tanto esa ansiada libertad pasa a formar parte de nuestra esclavitud como ser y como elemento sometido de una sociedad. Así pues, ante la angustia y la muerte, ante los miedos y las argucias que el sistema social o capitalista nos se impone la vida como único arma del ser humano que lo hace ser realmente libre. La decisión es nuestra, no del patrón, ni del propietario. El impulso de existir nos pertenece, no lo tienen los medios de comunicación ni tampoco los poderes fácticos. La vida nos pertenece a cada uno de nosotros y la conciencia de cómo tal y su empleo son lo que nos hace ser libres. Podemos argumentar motivos, podemos justificar excusas, pero al final si somos capaces de discernir qué parte de nuestro yo nos pertenece, nos daremos cuenta que es nuestra propia vida y en ese minúsculo espacio, en ese pequeño lugar que habita en lo más profundo de nuestro ser nada ni nadie nos lo puede arrebatar.

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