República de las Letras

Mi viejo barrio

No imagino un Barrio Alto lleno de edificios de diez plantas o de mamarrachos modernos sin ascensor

Agradezco a Juan Díaz Sánchez la cariñosa acogida que hace a mi libro BARRIO ALTO (IEA, 2017) en su grupo de Facebook Almería Costumbrista, donde lo recomienda como lectura de verano. El artículo ha sido compartido en las redes sociales en que Juan opera desde hace tiempo con el objetivo de dar a conocer, con vistas a su conservación o recuperación, diversos aspectos del pasado histórico de nuestra ciudad y provincia, episodios, edificios, entidades, personalidades que quizá sin esa labor se perderían definitivamente. Juan Díaz es también investigador y prepara un estudio exhaustivo sobre La Cartagenera, ¿recuerdan?, aquella fábrica, almacén y distribuidora de materiales de construcción que perteneció a su familia y se ubicaba en la Carretera de Granada, dando nombre a ese tramo y a ese barrio. Desde aquí le deseo a Juan Díaz Sánchez, que también toca teclados y canta de manera semi profesional y hace bolos con un grupo que tiene, lo mejor, tanto para su obra como para su vida.

Por otro lado, coincide con esta publicación en las redes otra de Manu Artero sobre el Barrio Alto, con profusión de fotos. Manu es también un gran defensor de la conservación de nuestra historia y nuestra cultura incluso por encima de ciertos intereses económicos que tienden al beneficio por encima de los valores éticos. En su colección de fotos Manu denuncia el estado de abandono de diversas zonas del barrio en el que ambos tenemos nuestras raíces. Una denuncia que yo comparto totalmente. Examinándolas he recordado mil historias, mil personajes, mil tardes y noches, mil aventuras y travesuras -siempre inocentes- que pululan por la memoria y la experiencia vivida. Y reflexiono: quizá al Barrio Alto en concreto lo mejor que le ha podido pasar durante la época del ladrillo y la posterior crisis económica ha sido, precisamente, que haya sido olvidado. No imagino un Barrio Alto lleno de edificios de diez plantas o de mamarrachos modernos sin ascensor. A veces pienso, Manu, que quizás ese olvido, ese apartamiento del resto de la ciudad y esa dejadez de los mismos vecinos han preservado el aire, el estilo de vida y el ambiente que tiene aún de auténtico barrio, de arrabal, de suburbio..., es decir, ese aire de Paraíso Perdido que yo le atribuyo en mi libro. Dejadlo como está, me digo, no vengan los especuladores. Dejadlo ahí, la vida a ras de suelo. Olvidada, pero -realmente- Vida.

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