La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Las violaciones de la tele

De los chistes de Arguiñano a la violación de Gran Hermano. ¿Cuántos casos necesitamos para reaccionar?

Del estreno de Network han pasado más de 40 años sin que hayamos sido capaces de desmontar -y ni siquiera cuestionar- el mundo implacable que Sydney Lumet retrató a modo de sátira sobre el poder de la pantalla y la dictadura de las audiencias. Peter Finch y Faye Dunaway se llevaron dos Oscar con una actuación tan extrema como magistral. En aquellos tardíos años 70, la línea roja no fue ni el sensacionalismo, ni la violencia ni el sexo. Howard Beale, el veterano presentador de los informativos, respondió a su despido con un suicidio en directo. Se pegó un tiro por unos puntos de share.

El guión no desentonaría hoy de cualquier episodio de Black Mirror; incluido el perturbador estreno de la serie británica con el primer ministro practicando sexo con un cerdo delante de todo el país.

Pero la realidad supera la ficción... Lo hacen los reality de las cadenas privadas que siguen disputándose el prime time a cualquier precio. Tapando incluso una violación: la malagueña Carlota Prado se emborrachó en una fiesta de Gran Hermano Revolution, llegó vomitando a la habitación y terminó siendo víctima de abusos sexuales. Otro concursante, José María, habría aprovechado su estado de inconsciencia para penetrarla. Lo escribo en condicional porque justo eso es lo que se dirime en los juzgados. Es lo que grabaron las cámaras hace dos años y se decidió ocultar "por el bien de todos". Es lo que acaba de salir a la luz cuando a la productora se le ha ocurrido subir unos puntos la intensidad del show enfrentando a la joven con las imágenes de la violación. Un periódico lo ha denunciado, la chica ha acusado a Mediaset de "omisión de socorro" y se ha desatado tal revuelo que grandes firmas publicitarias han decidido retirar su patrocinio.

Recuerda a lo que ocurrió en 2011 cuando en La Noria se difundió una entrevista pagada con la madre de El Cuco y Telecinco acabó cancelando el programa. ¿Sólo dos casos en ocho años han requerido una medida de indignación, rechazo y presión tan contundente?

El escándalo coincide con otra polémica menor: Arguiñano haciendo chistes en la tele, entre guiso y guiso, sobre violadores. Pero no hay episodios insignificantes; todo suma. Ficción y no-ficción se desdibujan tan peligrosamente como ocurre con los comportamientos machistas. ¿Cuántos escándalos necesitamos para reaccionar? ¿Cuántas bromas, agresiones, violaciones y muertes para no seguir haciendo de cómplices?

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