A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

El virus y sus incógnitas

Lo que tiene peor arreglo es la conducta del ser humano. Las mentiras mutan sin cesar y con más rapidez que el propio virus

Llevamos un año conviviendo con el virus y seguimos perdidos en un laberinto de hipótesis y de observaciones contradictorias. Nos movemos solo en el campo de la experiencia, muy alejados del verdadero conocimiento científico. ¿Cómo se trasmite el virus?, ¿por qué resultan tan graves unos casos y otros no?, ¿cuánto dura la inmunidad?, ¿por qué se trasmite a veces como un incendio devastador?, ¿puede uno recaer? Son preguntas habituales, que siguen sin tener una respuesta. A cambio, todos los días salen posibles fármacos milagrosos o mascarillas que por dos euros desactivan el virus. En realidad, los oráculos solo nos cuentan lo evidente: si tienes un cáncer, una cardiopatía, diabetes o la tensión alta, te corresponde un pronóstico peor.

La misma incertidumbre reina con la vacuna. ¿Son eficaces?, ¿en qué porcentaje?, ¿hay algunas mejores?, ¿nos protegen de las variantes?, ¿por cuánto tiempo?

Poco se sabe en realidad. Lo único cierto es que cualquier rumor permite ganar fortunas a las grandes empresas biotecnológicas.

La ciencia tiene sus tiempos. Algún día todos los datos encajarán y las respuestas resultarán obvias. Lo que tiene peor arreglo es la conducta del ser humano. Las mentiras mutan sin cesar y con más rapidez que el propio virus. Si no hay mascarillas, oiremos que no son necesarias. Si se quedan pequeños los hospitales, que nada como quedarse en casa. Y si faltan vacunas, leeremos que basta con una dosis o que mejor recibir la segunda tres semanas después.

No sabemos si el mismo espectáculo se produce en Europa, pero aquí hay ya episodios insuperables. Nuestro personaje favorito es el sindicalista que se incorpora a su puesto en el hospital, recibe ese día la vacuna y acto seguido indica que su labor en el sindicato lo reclama. Resulta difícil encontrar una lección mejor de vulgar maquiavelismo. Y, probablemente, ¡sin necesidad de leerlo!

Mientras, los demás ¿qué hacemos? Si pueden, vacúnense -parece lo sensato- y, a ser posible, pida las mismas que les hayan puesto a los ministros. Y si no tiene acceso a la vacunación, extreme las precauciones y desconfíe de quienes aseguran que desciende tal porcentaje o que para el verano todo solucionado. Ninguna información resulta fiable en un país que no sabe cuántos fallecidos hay o da las cifras de muertos con la misma frialdad que los números premiados de la lotería.

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