Por suerte, la recuperación económica se está acelerando y muchos sectores ven ya niveles de años prepandemia, o incluso superiores, pero esta vuelta viene con una irremediable subida de precios que llega de la mano del propio ámbito productivo y comercial: Emisiones de CO2 por un lado, y fletes, retrasos en las entregas, grandes repuntes de demanda global y meses de falta, voluntaria u obligada, de producción, por otro, son elementos y circunstancias básicas de estas subidas que evidencian que la especulación destroza cuanto toca, que la deslocalización es un arma de doble filo y que todo esfuerzo de país por el autoabastecimiento merece la pena. Y es que, por ejemplo, los precios de los fletes se han llegado a cuadruplicar respecto del año pasado y, por mucho que las empresas intenten ajustar su margen de beneficios a estas subidas, finalmente, habrán de repercutirlas al consumidor para mantener su viabilidad. Y esto ha pasado por cosas como que la dinámica de contenedores saltó por los aires con la Covid-19 y, aún hoy, muchos no están disponibles, que al gobierno chino no le tiembla el pulso a la hora de cerrar puertos por un solo caso de Covid-19 o que la regulación existente favorezca que las navieras que componen el mercado mundial se agrupen en grandes alianzas (El Independiente, 29/06/2021). Y, como dato, el 80% de nuestras operaciones comerciales con terceros países viajan por mar. Y, por ejemplo, el precio de la tonelada de CO2, la medida utilizada para el control de estas emisiones, no deja de aumentar, superando ya, en más del doble, al del año pasado. Y, como pasa con el precio del transporte, si este precio sube, la empresa que emita CO2 en sus procesos productivos y, por la causa que sea, deba ir al mercado de de CO2 a adquirir más derechos de emisión, intentará ajustar sus beneficios pero, cuando la viabilidad esté en juego, subirá sus precios y tras ellos lo harán los de los productos finales que llegan al consumidor. ¿Y que hay detrás de esta espectacular subida? Pues, tristemente, una especulación que está devorando y desvirtuando por completo este mercado pensado, inicialmente, para incentivar la descarbonización y la reducción de emisiones, así como el ajuste de emisiones totales entre los propios emisores, de manera que los sobrantes de unos cubran los excesos de otros, y que, por las exigencias medioambientales de la UE, se mueve en un escenario en el que cada vez serán menos los derechos gratuitos asignados a los empresas emisoras, lo que lo hace tremendamente atractivo en términos especulativos. Una muestra: El fondo de inversión Energy Transition ha conseguido ganancias de más del 100% comprando derechos de emisión (Invertia, 10/06/2021). Y otro dato, en 2013 la tonelada de CO2 se podia comprar a 6 euros. Harina de otro costal para las pequeñas y medianas empresas emisoras.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios