A vueltas con el CAF

En el fondo, el CAF, desde la muerte de Falces, no ha sabido encontrar su camino. Su único tesoro es su colección

Hace ya muchos años, cuando se creó el CAF, en la decisión por parte de la Junta de instalarlo aquí pesó el hecho de que Almería era la provincia andaluza que más había aportado a la fotografía moderna española, básicamente porque Carlos Pérez Siquier -el más grande fotógrafo andaluz de la historia- es almeriense y porque él mismo y José María Artero -también almeriense- habían creado a finales de los cincuenta AFAL, el más importante movimiento de renovación fotográfica de la historia de España. Hoy, por decisión del propio Pérez Siquier, el legado de AFAL se custodia en el Reina Sofía y el suyo en un museo de nueva creación en Olula del Río que lleva su nombre. Las cosas, por tanto, han cambiado mucho. Para no ser menos -y estar a la altura del precedente histórico de AFAL-, el primer director y verdadero creador del CAF, Manuel Falces, parió el proyecto IMAGINA, gracias al cual los mejores fotógrafos del mundo vinieron a Almería a fotografiar la provincia y dejaron sus obras en la institución, generando así una importante colección permanente que a día de hoy sigue almacenada. Contribuyó también a ello el hecho de que Falces, en su política de exposiciones temporales, procuró siempre que los fotógrafos cedieran las obras a cambio de la producción de las muestras. Tras su fallecimiento y con la apertura de la nueva sede, su sucesor en el cargo actuó como un comisario político de la taifa socialista. En sus años al frente, el CAF se puso al servicio del aparato de propaganda del régimen y se contrataron más empleados, la mayoría prebendados sin cualificación específica. Un lastre que obligó a contratar exposiciones itinerantes ya producidas por instituciones privadas como La Fábrica para ofrecer una programación de mínimos dignos. El último director se ha quejado reiteradamente de esta herencia de personal sin cualificar y de la escasez de presupuestos, en un intento desesperado por llamar la atención. En el fondo, el CAF, desde la muerte de Falces, no ha sabido encontrar su camino. Su único tesoro es su colección y desde el proyecto de su nueva sede debería de haberse enfocado como un museo que la exhibiera permanentemente, unido a una política seria de exposiciones temporales de producción propia y actividades de calidad. Y para ello no hace falta demasiado presupuesto; tan sólo capaces y eficaces gestores.

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