La tapia con sifón

A vueltas con el conejo

Hace tiempo que no se ven en las listas de tapas y raciones aquellos clásicos conejo en ajillo...

De tarde en tarde aparece una breve campaña para recomendar el consumo de carne de conejo, con los argumentos de que es barata, con poca grasa y con variadas formas de cocinarla. No parece que tengan mucho éxito, al menos en la cocina pública; de las cocinas caseras no tengo datos. Hace tiempo que no se ven en las listas de tapas y raciones aquellos clásicos conejo en ajillo, en "fritá" o en arroces. Fueron famosos los ajillos de conejo del bar de Cuevas de los Medina, que destacaba entre otros muchos que se hacían por todo el Campo de Níjar y en muchos bares de la capital. En las casas se comía con frecuencia, porque, como recordaba aquí el mes pasado, en la Almería de la posguerra era habitual criar gallinas y conejos en las casas, incluso en plena ciudad. Si alguien no recuerda las muy almerienses recetas del ajillo y la fritá, las pueden ver en Vivir para comer en Almería (IEA, 2019), pp. 99 y siguientes. Y para un arroz típico, vean en la pág. 61 del mismo libro el arroz en caldero de Olula del Río, receta que recogí en el Centro de Educación de Adultos de ese pueblo hace cuarenta años.

Ahí va algo diferente: una vieja receta belga que nos cocinó Françoise, una amiga de aquel país que residió muchos años en Castell del Rey: marinar un conejo cortado en trozos en 1 litro de vino blanco, 3 dl de vinagre balsámico, 1 hoja de laurel y 10 granos de pimienta; dejarlo en el frigo al menos 24 horas. Remojar 100g de ciruelas secas. Escurrir la carne y dorarla en una cazuela con mantequilla y una cucharada de aceite; salpimentar y cubrir con agua y algo de vino de la marinada; cocer a fuego lento unos 40 minutos. Escurrir las ciruelas, echarlas a la cazuela y cocer 15 minutos más. Sacar la carne y las ciruelas a una fuente; disolver en el caldo 50g de jalea de grosellas negras o arándanos, hervir 3 minutos a fuego lento y echar sobre la carne. Queda una salsa oscura y untuosa. Por su textura y tonos algo dulces puede combinar bien con una cerveza belga tipo abadía, de alta graduación y notas frutales. En plan clásico, con un tinto de calidad y larga crianza, con los taninos bien limados. O, arriesgando un poco, con un oporto de añada, como hicimos en aquella lejana comida en Castell del Rey. Fue un Ferreira Vintage (no recuerdo la añada), denso, elegante, ligeramente dulce, poderoso. Fue una gran pareja.

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