Ahorro electoral, hacer de la necesidad virtud

Frente a las redes sociales, es necesario que el ciudadano pueda acceder a discursos complejos en medios de comunicación plurales

El acuerdo que alcanzaron ayer los principales partidos del Congreso, excepto el PNV, para reducir la publicidad electoral del 10 de noviembre es claramente insuficiente. Cierto es que las formaciones, que hacen de su necesidad virtud (pues las arcas están exhaustas), han convenido medidas que supondrán un ahorro de dinero no desdeñable y evitará a los ciudadanos el hartazgo de ver sus ciudades otra vez tomadas por la propaganda política. Nos referimos al punto por el que los partidos políticos firmantes se comprometen a no colocar banderolas en los lugares reservados como gratuitos por los ayuntamientos, así como a no contratar publicidad exterior o espacios comerciales para carteles. Sin embargo, como señalaron ayer Ciudadanos y Unidas Podemos, se puede considerar como un fracaso el que no se haya llegado a un pacto para elaborar unmailingúnico para la distribución personalizada de la propaganda, lo cual supondría, según algunas fuentes, un ahorro de 20 millones de euros.

Los partidos son conscientes de su cada vez más preocupante pérdida de prestigio entre los ciudadanos, sobre todo después de mostrar su incapacidad para llegar a un acuerdo de Gobierno, lo cual ha obligado a los electores a volver a las urnas apenas unos meses después de los anteriores comicios. El cansancio ciudadano es cada vez más notorio. Es por esto -y por su complicada situación financiera- que intentan mostrar una imagen de responsabilidad y austeridad a la sociedad. Bienvenido sea. Pero también es cierto que en la época de las redes sociales la propaganda tradicional de carteles y banderolas es cada vez más ineficaz, incluso a veces perjudicial al dar una imagen anticuada del candidato. Por tanto, el sacrificio realizado por los partidos en esta materia es más que matizable.

Además, en dicho acuerdo se echa en falta la propuesta de Ciudadanos y Unidas Podemos para garantizar al menos dos debates televisados entre los principales líderes de los partidos políticos. En unos momentos en los que la propaganda en las redes fomenta las comunidades cerradas, sería necesaria una mayor apuesta por abrir espacios de debate en los que los ciudadanos puedan contrastar las diferentes opiniones de los candidatos sin intermediarios y acceder a discursos complejos en medios plurales que están pensados para el conjunto de los ciudadanos y no para las parroquias de convencidos.

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