Cifuentes secuestró al PP

La estrategia de Cifuentes y del PP de Madrid amenaza con seguir secuestrando a su partido bajo su único interés

La Convención Nacional del PP no ha cumplido las expectativas que el propio partido se había marcado. La madrileña Cristina Cifuentes la ha tenido secuestrada desde que, a media tarde del viernes, fuese la presidenta de la Comunidad de Madrid quien abriese la reunión con una rueda de prensa en la que culpó a la Universidad Rey Juan Carlos de no poder demostrar el máster que ella realizó en esta institución. El PP contaba con argumentos para iniciar el nuevo ciclo electoral. Lo explicó muy bien su secretaria general, María Dolores de Cospedal: el Gobierno de Rajoy ha evitado la quiebra y la rebelión, la intervención económica y la separación de Cataluña. Pero dicho esto, la misma Cospedal alentó a los suyos a "defender lo nuestro y a los nuestros". Con esa arenga al patriotismo de partido, todo estaba dicho: la convención sería de Cifuentes, a pesar de que el presidente del Gobierno ha participado en más de cinco actos, ha dado algunas ideas, ha avanzado nuevos objetivos y ha mostrado una faz más humana. Y no es que los focos -los medios- sólo mirasen a Cifuentes, es que la pesadumbre se palpaba en los dirigentes, en los organizadores y en los responsables del PP andaluz, los principales daminificados de la líder madrileña. Los ministros, que han estado todos, han transitado por los pasillos con más pena que gloria, mimetizados, como cabizbajos. Sólo Rajoy ha tratado de animar a los militantes. El PP debe tomar buena nota de esta lección, de cómo una dirigente regional en entredicho es capaz de someter a un partido a su interés. Si el PP creyese en su transparencia, hubiese sido distinto, pero nadie entre los populares la defiende, más allá de contrarrestar las acusaciones con señalamientos a otros partidos y universidades que actuarían de modo similar. Ni es el camino ni el PP va a obtener réditos de esta estrategia. Seguirá perdiendo credibilidad frente a sus nuevos competidores. Mariano Rajoy ha acumulado en estos difíciles años muchos argumentos para defender su paso por el Gobierno. Nadie se ha enfrentado a desafíos tan graves en tan poco tiempo. Ha sido así, pero, a la vez, el PP ha sido incapaz de saldar sus casos de corrupción con medidas creíbles y eficaces. Cuando la Gürtel, los casos de Valencia y los de Madrid se iban alejando, al menos en el tiempo, Cifuentes ha colocado a su formación bajo un escándalo que en sí mismo no es tan grave, al ser muy personal y de un beneficio casi sin coste económico, pero las tropelías con las que se ha intentado tapar magnifican lo sucedido. La última estrategia del PP de Madrid, al declarar la caza al filtrador, amenaza con prolongar el daño de Cifuentes a un partido al que trata como una mascota dócil.

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