Europa se aleja del abismo populista

Europa evita, por ahora, el precipicio, pero nadie puede pensar que el peligro del populismo de derecha e izquierda está conjurado

La victoria del candidato socioliberal, Emmanuel Macron, sobre la ultraderechista Marine Le Pen en las elecciones presidenciales francesas supone una buena noticia para una Europa sometida a fuertes presiones y continuos sobresaltos. En los últimos tiempos, hemos visto cómo los procesos electorales se han vuelto extremadamente volátiles (las victorias del Brexit o Donald Trump son buenas pruebas de ello), por lo que, aunque las encuestas daban como claro vencedor a Macron, nadie descartaba del todo una sorpresa que pusiese al frente de la República Francesa a una mujer como Le Pen, quien ha dado muestras sobradas de su fobia hacia la Unión Europea (UE) y hacia el euro. En la tarde de ayer, los suspiros de alivio se escucharon en toda Europa.

La victoria de Le Pen hubiese sido sumamente indigesta para una UE que no vive sus mejores momentos. De hecho, la hubiese puesto al filo de su disolución, pues a nadie se le escapa que Francia y Alemania son los dos países esenciales en la construcción europea. Se puede hablar de una UE sin el Reino Unido, pero nunca sin Francia. La derrota de Le Pen supone, además, un retroceso de esa internacional del populismo y el autoritarismo que, desafortunadamente, se está imponiendo en algunos países de Europa y América. Precedidos con anterioridad por los holandeses y los austriacos -que también rechazaron opciones xenófobas y antieuropeas-, los franceses marcaron ayer el camino a seguir para la salvación de su país -con numerosos problemas internos- y de la UE: optar por un candidato alejado de cualquier veleidad rupturista o radical, pero con un programa fuertemente reformista.

Francia y Europa se alejan, por ahora, del abismo, pero nadie puede ser tan inocente de pensar que el peligro de los populismos de derecha e izquierda está conjurado y que las democracias occidentales y la economía capitalista no necesitan profundas reformas para poder encarar el futuro. Una parte muy importante de la población europea, la que ha sido más castigada por la crisis económica y la globalización, está optando por posiciones cada vez más radicales y es urgente que se empiece a tomar medidas para reintegrarlas a un sistema que debe potenciar su cara más social y humana. Cientos de miles de franceses han votado a un partido que apenas disimula su simpatía con la Alemania nazi. Eso es algo que no se puede obviar. O se empiezan a hacer reformas o volveremos a acercarnos al abismo.

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