Un Gobierno no puede amenazar con el caos

Un presidente democrático no puede acudir a un Parlamento y amenazar con el caos si no se aprueban sus iniciativas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pedirá mañana en el Congreso de los Diputados una nueva prórroga del estado de alarma durante quince días. Según el líder socialista, ésta es fundamental para que el programa de desescalada funcione con orden y se evite un caos que suponga un gravísimo (y posiblemente trágico) paso atrás en la lucha contra el coronavirus después de casi dos meses de confinamiento y de haber paralizado prácticamente la economía nacional. En sus propias palabras; "no existe un plan B". O el Parlamento le concede dicha prórroga o el país podría rozar el desastre. Ante esto, lo primero que habría que preguntarle al presidente Sánchez es por qué no existe un plan B. Acudir al Congreso -donde reside la soberanía nacional- para ponerle en la disyuntiva de "mi plan o el desastre", sin apenas haber negociado con la oposición, no es un comportamiento propio de un gobernante democrático. Aparte, habría que preguntarle al Ejecutivo dónde están sus supuestos aliados, los que apoyaron la investidura de Pedro Sánchez. Hoy más que nunca se ve la soledad de un Gobierno que, como se avisó en su momento desde estas páginas, llegó al poder con una fragilísima coalición de formaciones radicales e independentistas que, como se dice coloquialmente, lo han dejado tirado en un momento de enorme gravedad, como el que vivimos actualmente. Tanto que tiene que suplicar a su histórico adversario político, el Partido Popular, para sacar adelante su plan de desescalada.

Dicho esto, el PP de Pablo Casado debería apoyar la prórroga del estado de alarma, lo que no significa ni mucho menos darle un cheque en blanco a un Ejecutivo que ha cometido demasiados errores en la gestión del coronavirus. Y lo debe hacer por su condición de partido sistémico fundamental en el buen funcionamiento de las instituciones y del propio Estado. Tiempo habrá para exigir responsabilidades. Ahora toca jugar la única carta que tiene España para seguir adelante en la lucha contra el coronavirus. Eso sí, el Gobierno debe abandonar de una vez esa actitud de ensimismamiento un tanto soberbia y sentarse a negociar con la oposición las muchas cuestiones que suscita el desescalamiento. Exigir el apoyo y los votos de la oposición amenazando con el caos si no los obtiene es del todo inadmisible. Entre otras muchas cosas porque está jugando con el miedo de los ciudadanos, los mismos que tarde o temprano acudirán a las urnas.

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