Hipocresía en La Moncloa

Presuponer delitos graves a un Gobierno que todavía no se ha constituido demuestra una alarmante falta de talla política

Tan PEDRO Sánchez es presidente del Gobierno porque lo auparon a La Moncloa, entre otros, los separatistas catalanes que intentaron dar un golpe de Estado contra la legalidad constitucional, los separatistas vascos herederos de las páginas más terribles de la reciente historia de España y la izquierda radical que pone en cuestión el modelo de convivencia que se dieron los españoles con la Constitución de 1978. Ni más ni menos. Esas fuerzas fueron las que apoyaron la moción de censura que en junio de este año apartó del poder a Mariano Rajoy y lo colocó a él y ésas son las que le siguen dando, con sus más y sus menos, el oxígeno que contra toda lógica política lo mantiene en el puesto sin que parezca dispuesto a convocar elecciones. Tiene, por lo tanto, pocos argumentos Pedro Sánchez para sentirse orgulloso de sus socios y para descalificar, en los términos en los que lo hizo ayer, el acuerdo al que han llegado Partido Popular y Ciudadanos en Andalucía tras las elecciones del pasado 2 de diciembre y el apoyo que les ha prestado Vox en la conformación de los órganos del Parlamento y el que muy posiblemente prestará para la investidura de Juanma Moreno como primer presidente no socialista de la Junta de Andalucía. Sánchez, en un ejercicio de notable hipocresía política, dijo que si el próximo Ejecutivo andaluz "recorta derechos y libertades recogidos en leyes aprobadas en el Parlamento de España" o "pone en cuestión la seguridad de las mujeres", el Estado actuará con todos los instrumentos a su alcance. Presuponer la comisión de delitos tan graves como recortar derechos o poner en cuestión la seguridad de las mujeres a un Gobierno que todavía no se ha constituido y del que no consta por ningún lado que los piense cometer es una declaración que tiene pocos o ningún precedente. A Sánchez puede no gustarle nada la correlación de fuerzas salidas de las elecciones andaluzas y la expulsión del PSOE tras 37 años en el poder. Puede incluso horrorizarle que un partido de derecha dura, como Vox, esté en la mayoría de cambio que sacará a Susana Díaz de San Telmo. Pero, por ahora, no puede presuponer en ese bloque otra cosa que un profundo deseo de que las cosas cambien en Andalucía. Lanzar acusaciones tan graves y hacerlo además como presidente del Gobierno, en un acto oficial en el Palacio de La Moncloa, utilizado como tribuna mitinera, demuestra una alarmante falta de talla política. Mejor haría Sánchez en mirar dentro de sus propios apoyos parlamentarios donde sí que hay motivos demostrados para llevarse las manos a la cabeza.

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