Normalidad política

El asentamiento de una opción de derechas en una región dominada durante décadas por la izquierda es una muestra de normalidad política

El barómetro electoral publicado ayer por el Centro de Estudios Andaluces (Centra) es una encuesta encargada y pagada por un organismo dependiente de la Consejería de Presidencia de la Junta y, por lo tanto, hecha a instancias de una parte que está directamente implicada en los resultados que se dan a conocer. Como a todos los sondeos oficialistas, y no sólo a los del CIS, se le supone un sesgo favorable a los intereses y la propaganda de los que han mandado realizarlo. Esto no significa que no haya que tener en cuenta sus resultados, aunque dándole más el valor de una instantánea sociológica del momento en el que se ha realizado que el de un pronóstico fino del comportamiento que tendrán los andaluces cuando sean llamados a las urnas. La fotografía que ofrece en este sentido no puede ser más clara y confirma lo que es una percepción fuertemente asentada desde hace tiempo en la opinión pública andaluza: el Partido Popular es, hoy por hoy, la opción que concita el mayor apoyo entre la población y al PSOE todavía le queda un largo camino que recorrer para curar las heridas de su pasado más reciente y ofrecer un proyecto nuevo de la mano del recién estrenado liderazgo de Juan Espadas. Otra cosa más difícil de precisar serían las posibles alianzas que permitirían a Juanma Moreno seguir cuatro años más al frente del Ejecutivo andaluz o si Ciudadanos, que proyecta una imagen de derribo, sacaría un resultado suficiente como para reeditar una coalición de mayoría absoluta con los populares. El asentamiento de una opción de derechas en el panorama político de una región dominada durante casi cuatro décadas por la izquierda es un hecho sociológico y político de importancia que certifica el fin de una singularidad andaluza que no se daba en otras zonas del país, aunque el PP tenga también sus propios territorios de monocultivo político, como Galicia, Madrid o Castilla y León. Andalucía tiene ya un escenario político normalizado, en el que la alternancia y los juegos de alianzas son perfectamente posibles. Ello es, por encima de otras consideraciones, una muestra de madurez de su sociedad.

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