Pandemia y propaganda

Parece como si el Gobierno, tras el fracaso de Madrid, se hubiera empeñado en dar sólo buenas noticias y haya dejado a las autonomías el papel de malo de la película

El Gobierno cometió un grave error levantando el estado de alarma y privando a las comunidades autónomas del paraguas jurídico para regular los aspectos esenciales de la convivencia social que prevengan los contagios. Se dio el mensaje equivocado de que la pandemia estaba superada y un sector de la población, sobre todo el más joven, se lanzó a la calle el pasado fin de semana dando lugar a todo tipo de comportamientos peligrosos. El principal responsable médico del Ministerio de Sanidad en la lucha contra el Covid, el doctor Fernando Simón, lo reconoció hace unos días en una comparecencia pública que en algunos momentos adquirió tintes de cierto patetismo. Por eso, llama la atención que pocos días después desde el Ejecutivo se haya abierto también la puerta a la vuelta del público a los estadios de fútbol, si bien con severas restricciones que, por ahora, lo convierten más en un anuncio de cara a la galería que en una medida efectiva. Parece como si el Gobierno, tras el enorme fracaso socialista en las elecciones de Madrid del pasado día 4, se hubiera empeñado en transmitir sólo buenas noticias y hubiera dejado a las comunidades autónomas el papel de los malos de la película, encargados de restringir las libertades de los ciudadanos. Utilizar la pandemia como argumento propagandístico y transmitir una falsa sensación de seguridad es, sin duda, lo peor que se puede hacer en este momento porque, hasta que la vacunación masiva no avance todavía un trecho largo, supone jugar con la vida de los ciudadanos. En la misma línea inciden las declaraciones de los últimos días de Pedro Sánchez en las que minusvalora los riesgos actuales, lo deja todo en manos de los gobiernos regionales, se atribuye todo el mérito de la vacunación y ha inaugurado una especie de calendario hacia atrás en el que ya faltarían menos de cien días para alcanzar la normalidad. Es un juego irresponsable que una sociedad madura no debería permitirse. Avanzar en medidas que permitan ir superando etapas debe hacerse siempre que los pasos estén muy medidos y no se cometan errores de los que tengamos que arrepentirnos. Cualquier otra cosa es un disparate.

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