Rebajar la exigencia en la educación no es el camino

Andalucía no puede apostar por una medida que claramente rebaja la exigencia en la educación y, por tanto, su calidad

La educación sigue siendo una de las asignaturas pendientes en nuestro país. Es incomprensible que tras cuarenta años de democracia no hayamos sido capaces de aprobar una ley que satisfaga a todas las grandes opciones políticas por igual y que pueda garantizar una instrucción de calidad para los niños y jóvenes españoles. A cambio, nos hemos tenido que conformar con un rosario de leyes y reformas (algunas non natas) que sólo han servido como excusa para la bronca política y que han provocado una serie de carencias educativas que ya estamos pagando caro. Entre las muchas deficiencias del sistema destacan dos: la falta de calidad y las diferencias entre las autonomías. Hoy por hoy, un niño nacido en Castilla y León tiene la oportunidad de recibir una mejor educación que un menor andaluz, por poner un ejemplo. Por eso no se entiende que el Gobierno haya aprobado un Real Decreto Ley que deja en manos de las comunidades autónomas la decisión de que un alumno pueda pasar al curso siguiente sin un límite de asignaturas pendientes. No pueden existir excusas confesables para aplicar una medida que claramente rebaja la exigencia a los estudiantes (y por tanto la calidad) y amplía la brecha entre las comunidades autónomas. El Ministerio de Educación debe movilizar todos los recursos humanos y materiales posibles para garantizar una educación pública de calidad, algo que no logrará aplicando una medida a todas luces facilona que ningún beneficio traerá a los escolares. El consejero de Educación, Javier Imbroda, ya ha mostrado su disconformidad con dicho Real Decreto. Andalucía, una región con un balance muy negativo en las pruebas internacionales de calidad de la enseñanza, no puede apostar por una medida que claramente relajará la autoexigencia de los alumnos, sus padres y los profesores. Nos guste o no, vivimos y viviremos en un mundo altamente competitivo. El sistema educativo debe tenerlo muy en cuenta si no quiere condenar a sus estudiantes a la frustración futura.

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