Remodelar la Junta, cuestión secundaria

Modificar la composición del Gobierno andaluz no debe distraer de lo relevante: la pandemia y sus graves consecuencias

El habitualmente cohesionado proceder del Gobierno de coalición de la Junta de Andalucía, integrado por PP y Cs, se ha visto alterado en la última semana por la aspiración del socio con menor representación parlamentaria de modificar la estructura del Gobierno, que apenas tiene el año y medio que lleva en el poder el Gabinete de Juanma Moreno. Aunque lo deslizó antes, Juan Marín insistió el pasado lunes en plantear que ahora es el momento más adecuado para hacer los cambios que el vicepresidente cree necesarios sin llegar a ser una crisis de gobierno. Ciertamente lo sería, sobre todo si afecta a la composición del Consejo de Gobierno tanto por sus integrantes como por el número de consejerías que lo conforman. La estructura de que se dotó el Gobierno del cambio es cierto que ha demostrado que algunos de los departamentos están colmatados de competencias. Sin ir más lejos, la Consejería de la que es titular el propio Marín: las tiene en exceso y de ámbitos poco relacionados entre sí. Pero no se oculta que tras la inquietud y la insistencia del líder de Cs en cambiar los equilibrios forjados al pactar el Consejo de Gobierno responden también a la realidad interna del partido naranja. El PP parece dispuesto al cambio para mantener la salud del Gobierno, aunque no comparte ni la oportunidad de la propuesta ni la publicidad dada sin haberse negociado. Y el socio externo, Vox, sin el cual no habría mayoría parlamentaria, rechaza de plano el ajuste si es para que la Administración crezca y aumenten los altos cargos. Consideramos que no hay razones de peso para remodelar el Gobierno y que, de ser necesaria, sería una cuestión secundaria en el contexto actual. La gestión sanitaria de la pandemia, que se complica sin haber llegado al otoño, y la profunda crisis económica que ha generado deberían ser las principales preocupaciones de la Junta, porque son también las de los andaluces, y no dónde encajar competencias, o, aún peor, compromisos y lealtades del ámbito interno de los partidos gobernantes.

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