Turismo, un recurso que debe ser sostenible

Debemos repensar el turismo como un recurso sostenible, evitar una burbuja que, cuando se pinche, deje un desierto económico y paisajístico

Aunque la afluencia de turistas internacionales a Andalucía bajó en septiembre un 1,1% respecto al año pasado, el sector en la comunidad continúa teniendo un evidente vigor. Nuestra autonomía sigue siendo la tercera en la preferencia de los viajeros foráneos, sólo por detrás de las Islas Baleares y Cataluña. Nada más hay que pasear durante estos días de puente por muchas de las ciudades andaluzas para darnos cuenta, sin necesidad de estadísticas, de la importancia de un sector que se convirtió hace ya tiempo en uno de los principales pilares de nuestra economía y de la creación de empleo.

La amplia oferta de vuelos baratos, los apartamentos turísticos y las redes sociales han disparado un fenómeno que, ya desde los años 60 de la pasada década, empezó a dar muestras de pujanza. El gran cambio que se ha operado en los últimos tiempos -especialmente en España- es que el turismo ya no se limita a las costas y a las grandes capitales, sino que alcanza a una buena parte de la geografía de interior, tanto urbana como rural, con el consiguiente reparto de los beneficios económicos. Sin embargo, este crecimiento exponencial, como era lógico, ha creado una serie de problemas y conflictos a los que, hasta ahora, no se ha sabido dar una respuesta eficaz: expulsión del vecindario de los centros históricos, adulteración y tematización del espacio público, destrucción del comercio tradicional y de primera necesidad, problemas de ruidos y suciedad... Estos problemas están generando un sentimiento de turismofobia en buena parte de las poblaciones afectadas. Nadie puede poner en duda que ya han empezado a encenderse una serie de luces rojas que no se pueden obviar. Paralelamente, todos somos conscientes de que, hoy por hoy, prescindir de una industria como el turismo sería un auténtico suicidio. Por eso es fundamental que repensemos el turismo como un recurso que debe ser sostenible, que satisfaga tanto al foráneo como al vecino, que potencie más la autenticidad que los simulacros. Cultura, naturaleza, gastronomía y deporte son cuatro líneas de acción fundamentales, pero siempre que se acometan con respeto al entorno urbano, natural y antropológico. Ante todo, debemos evitar que el turismo sea una burbuja que, una vez finalizada, nos deje un auténtico desierto económico y paisajístico. Las administraciones son las que tienen la posibilidad de encauzar la iniciativa privada para evitar que se mate a la gallina de los huevos de oro.

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