EDITORIAL
La Justicia y los tiempos
El último exabrupto del separatismo catalán contra Andalucía no merecería otra respuesta que el desprecio del silencio. Nada que venga de una personalidad política de categoría tan ínfima como es Jordi Turull y de un partido como Junts, dirigido por delincuentes condenados y que practica el chantaje parlamentario como única estrategia, merecería una mínima atención. Además, el argumento pueril y estúpido de que los andaluces viven gracias al dinero de los catalanes es tan maniqueo como simplista, a pesar de una reiteración en su formulación que tiene ya varias décadas, e insulta a la inteligencia. Las medidas fiscales que ha anunciado el presidente de la Junta, como las deducciones por gastos de mascotas y gimnasios, pueden ser cuestionadas desde muchos puntos de vista, aunque desde el que lo ha hecho Turull no demuestra otra cosa que su incapacidad para formular un debate serio. Pero, lamentablemente, esta nueva andanada contra Andalucía se produce en un contexto que no puede ser pasado por alto. Se supone que el Gobierno de Pedro Sánchez está en pleno proceso de elaboración de unos Presupuestos, que tiene muy difícil sacar adelante y que tendrá que incluir nuevas concesiones al nacionalismo catalán para aspirar a su apoyo en el Congreso. Por otro lado, la formulación de un sistema de financiación privilegiada para Cataluña es un compromiso del Ejecutivo que, de una u otra forma, se tendrá que concretar en las próximas semanas. Andalucía tiene motivos para sentirse amenazada por ambas circunstancias. La Junta debe alzar su voz con contundencia para exigir un trato igualitario por parte del Estado, que se garantice la solidaridad entre territorios y que no se produzcan nuevos agravios. Los insultos de Turull no son otra cosa que una provocación y un reflejo del ansia del separatismo por obtener nuevas prebendas del Gobierno. No conviene, por todo ello, que estas salidas de tono queden sin respuesta.
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