El fiasco de la nueva política

Ciudadanos representó una opción moderada y pragmática con capacidad para llegar a acuerdos; Podemos ha sido un artefacto ideológico destinado al fracaso

Aunque por razones diferentes, las elecciones celebradas el martes en Madrid han supuesto el hundimiento de dos formaciones políticas que en su momento simbolizaron la ruptura con lo que se dio en llamar la vieja política. Era la que había surgido del consenso constitucional de 1978, que alumbró dos grandes partido -uno que ocupaba desde el centro a la derecha y otro desde el centro a la izquierda-, con capacidad para alternarse en la gobernación del Estado y para mantener las grandes líneas estratégicas en temas medulares como la lucha antiterrorista o la política europea. Tras la crisis de 2008 este sistema, que proporcionó una enorme estabilidad al país, dio muestra de desgaste y propició la aparición de nuevas fórmulas que en principio parecían destinadas a enriquecer las alternativas y a representar un mayor pluralismo en la sociedad española. Ése es el planteamiento con el surge Podemos a la izquierda del PSOE y con el que Ciudadanos elabora un proyecto nacional tras representar con éxito la oposición en Cataluña al proyecto soberanista. Hoy puede decirse que esas dos marcas políticas están fracasadas y que la nueva política que, desde ópticas muy diferentes, representaban ha resultado un fiasco. En el caso de Ciudadanos, que representó una opción pragmática, moderada y con capacidad de llegar a acuerdos a derecha e izquierda para formar mayorías estables, han sido los propios errores los que la han sacado de carrera política y hoy se debate entre la irrelevancia y la desaparición, aunque la utilidad de una fuerza como la que representó en sus inicios no se ha disipado. Diferente ha sido la historia de Podemos, un artefacto ideológico de radicalidad y populismo de extrema izquierda construido por Pablo Iglesias a su mayor gloria y para saciar sus ansias de poder que, objetivamente, nada positivo ha aportado a la sociedad española y que estaba destinado al fracaso. Hoy es un barco a la deriva que suscita rechazo incluso entre los que un día lo apoyaron con entusiasmo. Ahora lo que toca es que los grandes partidos nacionales reconstruyan proyectos sólidos con capacidad para afrontar los grandes retos de este tiempo, el más difícil, sin duda, en muchas décadas.

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