Juan Manuel Moreno Bonilla se definió ayer, en el discurso de investidura que pasará a la historia de nuestra autonomía como el primero que pronuncia un candidato no socialista, como un "reformista radical", que viene a hacer un cambio sin complejos, sin cordones sanitarios, en permanente diálogo con otras formaciones políticas y pensando en todos los andaluces. No es una mala tarjeta de presentación para la nueva etapa que se abre en Andalucía. El cambio, por lo que conlleva de ruptura de un pasado de monopolio político que se ha prolongado durante cuatro décadas, ha levantado una enorme expectación entre los andaluces. Ahora le toca a Juanma Moreno demostrar en un plazo razonable de tiempo que esas expectativas se sustentan sobre una base real de gestión. Ayer escuchamos en la tribuna del Parlamento un proyecto de regeneración democrática, con medidas como la limitación de mandatos y el fin de los aforamientos, el aumento de los controles de transparencia sobre el uso del dinero público, la eliminación de organismos inútiles o la evaluación de las políticas públicas. En otras materias estratégicas para el futuro de la región fue menos preciso, aunque confirmó que suprimirá el Impuesto de Sucesiones y Donaciones y que habrá una nueva Ley del Suelo. No detalló, sin embargo, la rebaja prometida del IRPF en su tramo autonómico ni adquirió compromisos en la creación de empleo, aunque hizo mucho énfasis en que éste será el objetivo prioritario de toda su gestión. Al margen de algunos guiños a Vox en materia de familia, muchos de sus planteamientos sobre sanidad o educación sonaron más inconcretos. No eludió Moreno la mirada al pasado. Su afirmación de que Andalucía no ha aprovechado el autogobierno y los miles de millones de los fondos europeos para salir de los últimos lugares en los indicadores de desarrollo es una realidad que no admite discusión. Su reto es cambiar este estado de cosas y que la gente así lo perciba. "El cambio tiene que ser real", dijo, y no podemos estar más de acuerdo. El discurso pronunciado ayer por el candidato es un buen comienzo y abre camino a la esperanza. El programa reformista que esbozó y el mero hecho de que se haya producido la alternancia política suponen un cambio sustancial en el horizonte. La responsabilidad de Moreno es formar un Gobierno sólido y potente que se ponga a trabajar ya para conseguir los objetivos expuestos. No le faltará el apoyo de la sociedad andaluza para convertir ese cambio en una realidad.

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