Las recientes declaraciones de la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, en las que aludía a que los ciudadanos de su región están pagando la educación y la sanidad a los andaluces, vienen a sumarse a una larga lista de agravios y desprecios hacia nuestra comunidad por parte de políticos de diferente signo y procedencia geográfica en los últimos años. Antes que Cifuentes, dirigentes como Esperanza Aguirre, José Antonio Monago, Ana Mato, Josep Antoni Duran Lleida, Aleix Vidal-Quadras o Joan Puigcercós, por poner algunos ejemplos, se han despachado a gusto contra Andalucía, bien tirando de tópico o de informaciones sesgadas, para provecho político propio. Declaraciones que ayudan bien poco a la convivencia y a vertebrar un país. Es preocupante este recurrente ataque hacia la comunidad andaluza -generalmente con el tópico de ser una región subsidiada- por parte de personalidades políticas a las que se supone un mínimo de responsabilidad, educación y respeto. Parece claro que estamos ante un claro uso partidista de la imagen equivocada que se sigue teniendo de Andalucía en muchas regiones. Hay que denunciarlo en todo momento, en ocasiones y en función de la gravedad llevándolo a las más altas instituciones si es necesario para que quede constancia del rechazo. Han sido ya varios los políticos de otras comunidades que han sido reprobados por el Parlamento a raíz de sus declaraciones atentatorias contra la dignidad de los andaluces en una medida que tiene mucho de testimonial y simbólico porque es cierto que en la práctica se traduce en poco: a la vista está que no ha servido para que acaben esos excesos verbales. Porque tampoco conviene caer por sistema en el victimismo, que a veces también es aprovechado por muchos políticos para esconder otros problemas. Es evidente que se pueden hacer mejor las cosas desde aquí para que esas conductas y actitudes queden desterradas para siempre. Y la mejor forma de darle la vuelta a esas lecturas falsas e interesadas sobre la realidad de Andalucía es trabajar por el progreso de nuestra comunidad, logrando metas que acaben de una vez con los tópicos que, por cierto, a veces también algunos andaluces contribuyen a perpetuar. En este sentido, el cambio de mentalidad ha de comenzar por nosotros mismos. Proyectar una imagen de Andalucía bien diferente a la que tanto daño nos ha hecho históricamente ha de ser una tarea de todos, de quienes nos gobiernan y de quienes están en la oposición, de los andaluces que están aquí y de los que están fuera, dejando a un lado complejos del pasado y ganándonos el respeto que algunos nunca nos debieron perder.

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