Tribuna

aránzazu martín

Delegada de Agricultura

Acuíferos mirando al mar

Acuíferos mirando al mar Acuíferos mirando al mar

Acuíferos mirando al mar

Un año más, bajo el lema "el valor del agua", este 22 de marzo celebramos el Día Mundial del Agua. La idea es que no solo reflexionemos sobre su importancia económica y social, también que lo hagamos sobre su dimensión ambiental y cultural. Porque el agua es mucho más que un bien de consumo, es el origen y la fuente de la vida. Mares, ríos y humedales como la Albufera de Adra o las Salinas de Cerrillos, atesoran buena parte de la biodiversidad de un planeta que tiene en el agua su principal rasgo. Orgullosamente llamamos a la Tierra el planeta azul.Dependemos del agua, así que históricamente nos hemos afanado en "domesticarla" mediante todo tipo de construcciones y artilugios. Prueba de ello son los aljibes, norias, molinos, galerías, acequias y salinas que jalonan nuestra provincia. Un caudal cultural por el que además navegan milenarias tradiciones. En tiempos más recientes, a rebufo de los avances tecnológicos, el tesón por captar el agua nos ha llevado a buscarla a profundidades cada vez mayores. Gracias a ello, en el último medio siglo hemos visto florecer un modelo de agricultura altamente eficiente sin parangón en el mundo. Creo sinceramente que el sector agrario es el más fiable y genuino de la economía almeriense, su mejor seña de identidad. Desgraciadamente, el estado de nuestros acuíferos ha ido progresivamente empeorando y, hoy día, la recuperación de los más sobreexplotados se antoja un proceso lento e incierto. La receta para aliviarlos se ha sintetizado en la llamada trilogía del agua: ahorro, reutilización y desalación. Ahorro a todos los niveles, en nuestros hogares y negocios, pasando por nuestras ciudades y campos. Un ahorro que está muy ligado a la concienciación, porque todos percibimos lo esencial que es el agua, pero no tanto que es un recurso cada vez más limitado. Por esa razón estamos obligados a cambiar hábitos y revisar estrategias. Reutilización de las aguas convenientemente depuradas, no solo para sacarles el máximo partido, también por un principio de lealtad hacia el medio que nos la presta. Tenemos el deber ético de devolver el agua a su ciclo natural en similares condiciones a como la tomamos. Y en eso estamos, por eso es tan importante la política de depuración que, incomparable en nuestra tierra, está llevando a cabo actualmente la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible. Agua para devolver, pero también para regar nuestros campos una vez que está perfectamente tratada. Y desalación. Los tiempos cambian, y si otrora nos las ingeniamos para cosechar la sal evaporando el agua en salinas como las de Cabo Gata, ahora nos esforzamos por conseguir el efecto contrario, desechar la salmuera para obtener un agua apta para el consumo y riego. Más tecnología, pero esta vez para alejar el foco de los acuíferos. Y es que para paliar el actual déficit hídrico, es prioritario que reduzcamos drásticamente las extracciones y, voy a "mojarme", también que apostemos más decididamente por la desalación, sin que ello implique renunciar a una sola gota del agua de los trasvases. El agua desalada es más que "fiable", la que menos incertidumbres climáticas y ambientales genera. Y, sin duda alguna, el agua más cara es aquella que nunca llega.En los tiempos que corren resulta casi inevitable aludir a las lecciones de vida aprendidas durante la pandemia. Me quedo con la de que tenemos que anticiparnos con más determinación a las crisis. No basta con alertar, hay que dibujar los escenarios posibles y materializar las soluciones. Y si hay un ámbito en el que tenemos que ser especialmente proactivos, ese es el del agua, porque su escasez llega rauda, pero las soluciones son complejas y tardan años en implementarse. Por eso creo que nuestra apuesta por la desalación debe ser ambiciosa. Los proyectos de desalación tienen un perfecto encaje en la linea de ayudas que la UE destina a paliar los efectos del cambio climático y, con certeza, también tendrán un efecto multiplicador en la economía almeriense difícil de igualar. A la administración estatal le compete pues aumentar la disponibilidad de agua desalada, particularmente ampliar las plantas construidas en Balerma y Carboneras, amén de enmendar el fiasco de la de Villaricos, inutilizada por una riada en 2012. Hasta entonces, modestamente creo que son tiempos de centrarnos en elevar la eficiencia, de velar por la excelencia de nuestros productos y, sobre todo, velar por el consumo. Así lo aconsejan ciertas señales de mercado y sobre todo, así nos lo exige el déficit hídrico que arrastramos.A nadie se le escapa que las administraciones, cada una en su ámbito, somos las grandes y últimas responsables de impulsar la recuperación de los acuíferos. Y para ello tenemos nuestra particular trilogía: mejorar la gobernanza, afinar la gestión y acertar en la inversión. El cada día más cercano y necesario Pacto Andaluz por el Agua nos perfilará el cauce a seguir, porque en el mundo del agua queda mucho por hacer, y casi todo urge.

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