Tribuna

JOSÉ MARÍA MARTÍNEZ DE HARO

Escritor y periodista

Apocalipsis tecnológico

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Apocalipsis tecnológico

Tal es el grado de envilecimiento de la vida pública, que nos añade dosis de anestesia y alejamiento de asuntos principales. Asuntos que conforman una sociedad, la definen y la sitúan en la escala del desarrollo y el verdadero progreso. A la política y sus miserias exhibidas sin pudor en periódicos, televisiones, juzgados y corrillos, debemos esta morbosidad cuyas consecuencias múltiples habremos de pagar muy caro aunque con seguridad ya lo estamos pagando.

Una de las consecuencias nefastas es el grado de apreciación por la cultura y sus manifestaciones. Está demostrado y muy repetido que el mayor potencial de cualquier país radica en la calidad de la educación. Sin una buena educación la propia democracia no deja de ser un espacio sin verdadera sustancia. Un espacio etiquetado que podría servir para intereses ajenos al bienestar de la ciudadanía, administrado por una clase jerárquica de cariz partitocrático que finalmente podría arribar en una dictadura encubierta de mecanismos formales arraigada en las emociones mas primarias. Mecanismos de control social por el que los principios esenciales de la democracia ya no tendrían demasiada importancia. Eso mismo ya ha ocurrido demasiadas veces en nuestro entorno.

La calidad de la educación en España, el fracaso escolar, en segunda enseñanza y en universidades ,la calidad de los grados superiores se aleja del rango de las universidades europeas y se acerca a la de países no desarrollados. Sus consecuencias son tremendas para la ocasión que ahora mismo vivimos; crisis económica, falta de consolidación de algunas instituciones, desprestigio de la clase política y serias amenazas de fragmentación territorial de España, debilitamiento del Estado español acosado por tantos frentes hostiles. Una educación de calidad daría lugar a la presencia activa de nuevas generaciones preparadas, competitivas, capaces de ocupar los rangos dirigentes en la política, la economía, el tejido social que es el molde se perfilan los avances de cualquier país verdaderamente culto.

Leo con preocupación la dejación de inmensas capas sociales hacia la cultura, el menosprecio de nuevas generaciones hacia las manifestaciones culturales en su conjunto. Algunos datos recientemente publicados nos llevan a la melancolía. En estos tres últimos años Los espectadores en salas de teatro han caído 31%. El público asistente a conciertos en directo han bajado un 36% y la compra de música ha descendido un 48%.El cine ha sufrido una bajada continuada de espectadores que llega al 18%. Sin embargo lo que si aumenta es el consumo de televisión en una media ascendente del 4,93%. Este panorama revela algo ya conocido, la televisión está ocupando de manera imparable los espacios de la cultura trasladándolos a otro espacio propio de las sociedades actuales, el ocio y el tiempo libre que va en aumento en relación a una mayor expectativa de vida. Sin tratar de devaluar las positivas capacidades de las nuevas tecnologías , si cabe una honda reflexión sobre sus influencias decisivas en los cambios de actitud hacia el esfuerzo y la propia afición hacia manifestaciones culturales. La televisión, internet, las infinitas posibilidades de acceso a cualquier obra artística sin el menor esfuerzo, ni físico ni económico, han desplazado el "sufrido espectador" que ha sido el autentico héroe que durante siglos ha mantenido en pie la actividad artística y ha hecho posible la aparición de estrellas, de creadores, de genios que han maravillado al mundo con su magia. Parece que todo esto está llamado a languidecer, incluso a desaparecer si continua este continuo alejamiento del público. Afirmaba el grandísimo Rubisntein que sin público no habría arte, ni artistas.

He tratado de conocer que está ocurriendo en otros países europeos en relación a todo esto. Los datos que se publican en Alemania, en Rusia, en Dinamarca, Austria o Polonia, indican una menor caída de público hacia las artes en general y singularmente el aumento de espectadores en los conciertos de música clásica. Asimismo en hábitos de lectura, en teatro y en el interés inusitado por las ciencias. Esto es digno de mención porque en España es realmente inaudito que se pueda responder en alguna encuesta con tres nombres de científicos españoles relevantes. Y los hay, muchos más de tres, ocupados en proyectos de investigación que asombrarían de divulgarse como sería deseable.

Así que tras cerca de cuarenta años de democracia, largo periodo en el que España ha logrado alcanzar un grado de desarrollo sin precedentes, algunos aspectos han quedado relegados sin mayor preocupación por los sucesivos gobiernos afanados siempre en el cortoplacismo y practicando una políticas en relación a la educación y la cultura de muy escasos resultados. Las consecuencias de ello se plasman en la imposibilidad de acercar posiciones para un Pacto de Estado sustentado por los principales partidos políticos atendiendo los sectores más representativos de la cultura y de la universidad.

La alarma cunde cuando generaciones de jóvenes se muestran incapaces de gestionar su propia vida y de alcanzar en la sociedad el objetivo que sus padres y abuelos lograron en épocas de escasez de recursos luchando sin denuedo contra del atraso y la pobreza que ha caracterizado a España durante siglos. La enseñanza, matriz de la cultura no alcanzará un aceptable grado de calidad en tanto no se fomente el valor del esfuerzo, el trabajo , la responsabilidad y la ética en todos los ámbitos sociales. Hemos de volver en definitiva a proponer a los jóvenes la meta de excelencia y el interés hacia la cultura y el civismo en todas su manifestaciones.

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