Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería

Arrimadas, cantando flamenco en un tablao

Arrimadas, que no ha leído El príncipe de Nicolás Maquiavelo o lo disimula, cometió un error que en política conduce al naufragio: abandonar a sus 35 diputados en el desierto

Arrimadas, cantando flamenco en un tablao Arrimadas, cantando flamenco en un tablao

Arrimadas, cantando flamenco en un tablao

Con su cara de niña bien y repipi, con sus vestidos de boutique, con sus peinados de peluquería cara, con sus maquillajes de actriz de Hollywood, sin ser Ingrid Bergman, con su semblante de empollona de facultad y delegada de curso, con sus ademanes de chica yeyé, con su nombre de teatro del Siglo de Oro, Inés Arrimadas se fue de las Ramblas a la puerta del Sol, sin saber si eran la una o las dos, la madrugada o el alba. Cogió el AVE y dejó a sus votantes en Cataluña como el gallo de Morón: sin plumas y cacareando. Con su mirada de musa, que no ha leído a Pedro Salinas, ni a Jorge Guillén, pensó que la política era igual que el amor, y llegó a la conclusión de que en la carrera de San Jerónimo sería intérprete y oradora, lideresa y candidata a la presidencia del Gobierno, ignorando que la resiliencia de Sánchez era más un libro caligrafiado con la prosa de Irene Lozano que un manual de escaparate. Con su mirada de orgullo y poder, confundió los cerros de Úbeda con la sierra de Guadarrama, el culo, con las témporas, sucedió a Rivera y creyó que, en veinticuatro horas, daría la vuelta a la tortilla, sin conjeturar que, sin ir a casa Lucio y conocer, rincón por rincón, el barrio de la Latina, ese giro no se podía hacer con éxito. La chica de buen porte adivinó que, reflejando su modelo de salón literario en los espejos del callejón del Gato, sería diosa de la palabra y presentadora del telediario de las tres, sin saber que Leticia, con los apellidos Ortiz Rocasolano, hay nada más que una. La jerezana, que, alguna vez, versificó la puesta de sol de la playa de la Caleta, que, siendo Cádiz, parece La Habana, con más salero, dilapidó su capital político, como si, en lugar de una administradora, fuera una derrochadora, tal y como sucede en la película de Leonardo DiCaprio The Wolf of Wall Street. Así, la dama que cautivó en el Parlamento de Cataluña a todos, incluidos los secesionistas, después de este tiempo en la capital de la Villa y Corte, hace que rememoremos el título de la obra teatral de Miguel Hernández, el poeta oriolano: Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras.

El 14 de febrero se aproxima y, también, el examen para Arrimadas y la formación del color de la naranja y la túnica del budismo. Illa, con su discurso de métrica y grupo fónico y sintaxis de manual, ha tendido las redes de predicador en el caladero de votantes, que fueron de Ciudadanos y ahora no saben y no contestan en su condición de indecisos. La reválida, a la cual se presenta el partido que sembró las avenidas y las calles de las ciudades y los pueblos de España con la esperanza de la nueva política, tiene fecha. Los resultados dirán si hay una posibilidad de resurrección o, por el contrario, la oración gramatical alea iacta est (el dado fue echado), la cual se atribuye a César, quien, en este caso, la pronunció al cruzar el río Rubicón con sus legiones, vuelve al presente a modo de epílogo de lo que pudo haber sido y no fue. El PSC, el PP y VOX pescan en el río revuelto de unos votos que hoy son incógnita y dilema. Ciudadanos no se da por vencido y espera remontar el vuelo como una hermosa torcaz: la paloma azul grisácea, con luminosas manchas blancas a ambos lados del cuello, la cola más larga que en la paloma bravía y zurita y manchas alares blancas en forma de media luna, e irisaciones verdes y purpúreas en el cuello, que enmarcan la mancha blanca.

Arrimadas, que no ha leído El príncipe de Nicolás Maquiavelo o lo disimula, cometió un error que en política conduce al naufragio: abandonar a sus 35 diputados en el desierto, sin pan y sin cantimplora, con el fin de lucirse en Madrid, pensando que era Isabela Hadit o Natalie Portman. Bien pronto, supo que en el hemiciclo las dentelladas refulgen como los puñales del Romancero gitano para hincárselas a los cervatillos. Y a las cervatillas: por muy guapitas de cara que sean. La aparente doña Inés espera los resultados de las elecciones catalanas (en el caso de que se celebren) para leer las cartas del tarot. Si fracasa, a lo mejor empieza a cantar flamenco en un tablado de las Ramblas. Que ni Camarón de la Isla, Farruco, Chocolate, Güito, Pansequito, Manolete, Juan Villar, Turronero, Tomatito, Lole y Manuel, Bambino o Manuela Carrasco. ¡Qué digo yo! Ni los taconeos de Francisca Sadornil, la Tati, en sus mejores tiempos.

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