Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Cartilla de racionamiento

Ya hace tiempo que existe un documento de vacunación. Durante años, como marino, tuve la obligación de tenerlo a mano para poder desembarcar en puertos extranjeros

Cartilla de racionamiento Cartilla de racionamiento

Cartilla de racionamiento

Nunca conocí la cartilla de racionamiento, un recurso de economía de guerra para distribuir equitativamente bienes escasos hasta superar el trance bélico y sus consecuencias.

En España hubo racionamiento de productos alimenticios de primera necesidad durante la guerra civil en ambos bandos, y perduró para todos hasta la década de 1950. En Europa también lo hubo en la práctica totalidad de los países en conflicto desde los primeros días de la Segunda Guerra Mundial. En el Reino Unido se extendió hasta 1954 y propició la inventiva culinaria con pudín, pescado y patatas fritas y bizcocho de zanahoria, que rellenaron los huecos de la falta de carne, pan y fruta. En la Alemania ocupada, la cuestión fue de extrema dureza durante los años de la post-guerra, aunque para una de las partes en que se dividió, la llegada del Plan Marshall alivió la penuria primero e hizo resurgir la economía después hasta superar la miseria que el totalitarismo nacional-socialista dejó. La otra parte tuvo que esperar unas décadas más ya que, por orden de Stalin, rechazó la ayuda estadounidense por ser ajena al otro totalitarismo, el comunista.

Durante la Guerra Fría es difícil encontrar casos de racionamiento en países de Occidente con democracias liberales. Más fácil es hallarlos en las autodenominadas "repúblicas democráticas", verbi gratia a saber, la alemana, la coreana o la congoleña. En estas, al deterioro económico, se suma la aparición de mafias dedicadas al estraperlo que enriquece a unos pocos con la desgracia de muchos.

Cartilla de racionamiento y regulación de precios van de la mano. Allí donde se impone una, se aplica la otra y viceversa. En algunos casos tardan en ligarse ambos fenómenos, pero tampoco mucho. En la Cuba de Castro pervive desde hace cincuenta años la cartilla de abastecimiento para los cubanos, mientras que se aplica un régimen de libre mercado para los turistas. En estos días, hasta hacen ofertas para viajar al país caribeño para, entre otros beneficios, tener a disposición la vacuna del corona-virus. Si persiste una

oficina gubernamental para controlar la distribución de alimentos, imagino que algo parecido debe pasar con la comercialización de productos farmacéuticos, a los que dudo puedan acceder los cubanos, salvo en el mercado negro. Una forma de estraperlo oficial que castiga a muchos para beneficiar a su "Nomenklatura". Ni que decir tiene que la Venezuela bolivariana sigue los pasos de la Cuba castrista al pié de la letra. Desde hace unos años tienen una oficina reguladora de precios de mercado y su propia cartilla de abastecimiento.

Pero la historia del siglo XX dio algunos ejemplos más. Sin abandonar Occidente, ahí está el caso de Chile en 1972 cuando estableció las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios durante el gobierno de la Unión Popular (las mismas siglas: "U.P."; de Unidas Podemos) de Salvador Allende durante la crisis que se produjo con el sistema de economía planificada a la soviética que les arruinó.

Debe ser una coincidencia, pero en España estos días se habla en los medios de comunicación de "cartilla" y "regulación de precios". La primera para quienes se vacunan contra el corona-virus y la segunda para los alquileres de los pisos. Nada inquieta leer sobre ambas cosas por separado, pero mucho cuando se ven juntas. Ya hace tiempo que existe un documento de vacunación. Durante años, como marino, tuve la obligación de tenerlo a mano para poder desembarcar en puertos extranjeros. Mi cartilla está en la imagen. Nadie me pedía el pasaporte, pero si ese documento para pasear con seguridad por su territorio. Hoy se discute sobre si conviene o deja de convenir ponerla en marcha. Una duda difícil de entender. Ya existe. ¿O es otra clase de "cartilla" de lo que se habla?

Esto hace pensar que, si la vacuna la adquiere únicamente el Estado, la administra solamente la sanidad pública, desdeña la ayuda de la sanidad privada, es el Gobierno quién decide qué vacuna, a quién, donde y cuando se inocula, establece la obligatoriedad, prohíbe la distribución en farmacias y considera "delito de telediario" vacunarse por otros medios, todo suena a "cartilla de racionamiento" sanitario. Si a esto se suma regular alquileres y confiscar viviendas, se percibe cómo se cierran puertas al mundo libre y se aísla a los españoles con barreras de totalitarismo comunista, el mismo que Europa condena. Vacunar, sí. Racionar, ¿por qué

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