Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería

Crónica del laboratorio de Wuhan

¿Cuál es el motivo de que Pekín ocultara a la comunidad internacional, hasta el veinte de enero, cuando tenía pruebas, desde primeros de diciembre, la gravedad de una epidemia que sabía que terminaría en pandemia?

Crónica del laboratorio de Wuhan Crónica del laboratorio de Wuhan

Crónica del laboratorio de Wuhan

Una cuestión es el bisbiseo y otra bien distinta, el periodismo de investigación. Mientras el régimen chino continúa con su oscurantismo y el Gobierno de los Estados Unidos, con la divulgación de teorías e hipótesis, sin probar, sobre el Instituto de Virología de Wuhan (WIV), el periodista sigue el curso del único camino que conoce: la búsqueda de la certeza, ajeno a bulos y chismes, hablillas y paparruchas. La verdad que caligrafió Bradlee es el objetivo, el fin y el propósito. Como si esta fuere una página de Borges, una oda a la libertad, la rima de un canto a la esperanza o una metáfora brechtiana; la cual resplandece en una literatura tan mirífica como la de un artículo de Kapuscinski: leído y recitado en la portada de los instantes infinitos de la historia. La crónica nos lleva, otra vez, al laboratorio P4 de la ciudad china, creado con la transferencia de tecnología francesa y la aprobación y financiación, en diversas etapas, de Chirac, Sarkozy y Hollande, sin que la nación gala mantuviese, en ningún momento, control alguno sobre lo que se hacía, de puertas para adentro, en el controvertido centro. Pekín y París, juntos en las palabras, las cuales arrastra el viento como las hojas caducas de versos rotos por la sinalefa del insomnio.

Una fotografía muestra cómo el sello de la puerta de un refrigerador del Instituto de Virología, que contiene mil quinientas cepas diferentes de virus, incluido el patógeno que desafía al mundo, aparece roto. La instantánea, publicada en Twitter, a principios de marzo, y después, borrada y camuflada, es una muestra palmaria de aquello que afirmó Henrik Ibsen: «Mil palabras no dejan la misma impresión profunda que una sola acción». A este respecto, el prestigioso microbiólogo ruso, Petr Chumakov, afirmaba que, aunque la finalidad era investigar la patogenicidad del virus, los científicos han hecho locuras en el P4 de Wuhan. La fotografía nos muestra un plano en el cual se observa el burlete, averiado, de una de las puertas del congelador, donde se custodian las mil quinientas cepas. Alguien, con sentido del humor y del dramatismo, al mismo tiempo, como se comenta en TierraPura.org., precisaba: «He visto mejores burletes en el interior de la cocina de mi casa». La imagen revela, igualmente, a un investigador chino, vestido con una bata blanca, protegido con una mascarilla, una gorra sanitaria de color azul, unos guantes de color beige y el tubo de una muestra en las manos. Al fondo, se percibe, mientras el científico coge el recipiente, la avería. Este hecho, así observado, pone los pelos de punta como leer La leyenda de Sleepy Hollow (1858) de Washington Irving, Otra vuelta de tuerca (1898) de Henry James o El Goleng (1915) de Gustav Meyrink. El régimen chino tiene que abrir las puertas del polémico instituto a una comisión internacional y la OMS debe velar por la transparencia, por muy opaco que sea un sistema político. El mundo asiste, como un espectador alarmado, a un conflicto soterrado entre China y Estados Unidos. Alemania, Inglaterra y Francia tratan de aparecer en el escenario, pero Xi Jinping, Trump y Putin se reparten las cincuenta cartas de la baraja Fournier, dejando para Merkel, Macron, Boris Jonson y Sánchez una de juguete y dibujos animados.

Mientras las incógnitas surrealistas de Wuhan perviven, una tras otra, la revelación de esta fotografía constituye una página, donde la intriga es un capítulo, en el que las cepas de los virus se deslizan como una serpiente que envenena los pulmones y asfixia, a veces, hasta a quienes llevan respirador. El epílogo de una crónica, en la que la sintaxis narra lo que ha quedado impreso antes de ser borrado, se proyecta tal una odisea que entreteje lo que deletrea. Los dueños del planeta disfrazan las estrategias de la guerra biológica jugando a los dados con un patógeno letal, que unos custodiaron con un burlete, roto, y otros financiaron, jugueteando al ratón y al gato con un dragón. Un argumento que podría formar parte de la película de Woody Allen, Toma el dinero y corre, si no fuera, porque detrás y delante de la COVID-19 hay contagio, muerte, paro y ruina, ¿Por qué ha desaparecido la mujer a la que distintas fuentes consideran la paciente cero? ¿Cuál es el motivo de que Pekín ocultara a la comunidad internacional, hasta el veinte de enero, cuando tenía pruebas, desde primeros de diciembre, la gravedad de una epidemia que sabía que terminaría en pandemia? La novela ola sigue siendo la más pérfida de la tormenta, a pesar de la misteriosa belleza del lienzo de Iván Aivazovsky.

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