Tribuna

José Mª Martínez de Haro

Escritor y periodista

DEMOCRACIA Y RESPONSABILIDAD

Vamos avanzando hacia un futuro de incertidumbres. Los actores políticos con capacidad de gobierno en países como España se han entregado a la tarea primordial de deconstrucción del propio sistema que sustenta a la democracia liberal y parlamentaria y los ciudadanos ahora libres, parecen resignados a la fatalidad. Y aquí se cuestionan los tres elementos que justifican y caracterizan a cualquier democracia; la responsabilidad y ejemplaridad de los políticos electos y singularmente de los que gobiernan, la fiabilidad del sistema y la responsabilidad de los votantes. En democracia la responsabilidad es indispensable a su carácter moral y socialmente ejemplar.

La democracia no es perfecta, pero es el único sistema político que propone y defiende la libertad. Y el único capaz de conformar un Estado de Derecho que abarque a toda la sociedad sin exclusión alguna. España es un ejemplo de lo anterior. Algunos gobernantes actuales pretenden alterar esta realidad retrocediendo a la experiencia convulsa de la II República.

Es un intento de reinterpretación de los peores años del pasado siglo, tan insoportable para tantos que acabó en un enfrentamiento civil de triste memoria. Y aquí radica la cuestión, los errores de los gobernantes, sus desviaciones y actitudes contra la propia democracia solo se pueden resolver mediante la conciencia ciudadana de resolverlos, mediante el sistema que la democracia establece que es el voto. El filósofo austriaco Karl Popper dejó una frase que quedará como reflexión; "la democracia consiste en poner bajo control el poder político". Control que habrían de ejercer los demás poderes de equilibrio establecidos como sistema garantista. Hay otras frases descriptivas de la impotencia social cuando los gobernantes se desvían de su compromiso primordial que sería el bien común y de la efectiva tutela de los ciudadanos con las garantías del Estado de Derecho. A este respecto George Bernard Saw Premio Nobel de Literatura afirmó; " la democracia garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que merecemos".

Muchos y graves problemas quejan a la sociedad española. Desde hace más de cuarenta años mediante elecciones libres los españoles decidieron su futuro en base a una democracia constitucional y así la han sostenido y defendido diferentes gobiernos de derecha, centro e izquierdas. Al parecer la actual coalición de gobierno social comunista objeta que los españoles y los partidos políticos de entonces cometieron un tremendo error. Y por ello han aparcado por caducos algunos principios que han dado estabilidad y prosperidad al sistema político que nos rige.

El propósito parece evidente y nunca negado por el sector comunista de este Gobierno; acabar con este régimen democrático y constitucional y empujar hacia una configuración republicana y plurinacional sostenida por el socialismo marxista en cualquiera de las versiones .¿ Habrá alguien que a estas alturas no se haya percatado de ello?

Las veleidades del Presidente del Gobierno sobre sus compromisos electorales debieran llamar a una alerta generalizada entre los ciudadanos y singularmente a los millones de ellos que le han confiado el voto. Dentro de ese partido tan extendido en todas las capas sociales cabe imaginar millones de votantes que estén escandalizados por las falsedades que ligaron sus votos a unas promesas y declaraciones que fueron negadas o traicionadas apenas veinticuatro horas después de conocerse los resultados electorales. El PSOE acapara una larga tradición de compromiso con España y su realidad territorial, histórica y cultural que alberga tradiciones seculares y una forma de ser que nos identifica como nación.

El mejor sentimiento de aquella izquierda se manifestó activamente encaminado hacia el bienestar y la felicidad de los españoles proponiendo el pacto constitucional que dio paso a esta democracia que ha propiciado el mayor desarrollo y progreso que se recuerda en la historia. El PSOE ha de sentirse orgulloso de esa etapa de reconciliación y avance económico y social aclamado con entusiasmo en aquella euforia colectiva de 1.982 cuando este partido volvió a gobernar España tras un largo exilio. Aquellos diez millones de votantes sabían bien qué partido votaban y en que ideario y programa electoral se sustentaban sus votos. Y consecuentemente el PSOE respondió a esa confianza.

La realidad del nuevo PSOE obliga a algunas reflexiones para los militantes y votantes socialistas. Las últimas elecciones generales de noviembre de 2019 dejaron la sensación de una amarga victoria con la cifra de cuatro millones de votantes que abandonaron las siglas del PSOE. No obstante 6.752.000 decidieron su voto por Pedro Sánchez y cabe imaginar que creyeran todo lo que en aquellas fechas y precedentes declaraba el candidato socialista. En aquel programa del PSOE y en las promesas de Sánchez se resumía lo que habría de ser el gobierno de España, cuáles serían sus líneas rojas, con que grupos no podría pactar ni gobernaría jamás y sus principales objetivos de gobierno. La mayor parte de aquello se ha demostrado falso. Falso con un toque de cinismo del mentiroso convicto. Los supuestos motivos que han llevado a Pedro Sánchez a traicionar sus propios compromisos y el valor de su palabra no son lo importante, lo importante para España y los españoles son las consecuencias de esta felonía. Más aún para los votantes socialistas que de buena fe le ofrecieron la oportunidad de gobernar con las siglas del PSOE.

Parece llegada la hora de alguna reclamación efectiva por la ruptura de aquel pacto con los votantes que se perfiló en las elecciones de 2.019. Entre ellos habrá sin duda quienes por razones de pura oportunidad escondan su vergüenza como beneficiarios del partido. Y también los más seducidos por la ideología o sentimentales vínculos con las siglas. Ninguno tendrá razones morales, menos aun éticas para sostener su silencio ante la maniobra de destrucción de todo aquello que construyó el propio PSOE desde 1.982 junto a otros grupos políticos. Así lo expresan mejor que estas líneas dirigentes socialistas de la talla de Felipe González, Alfonso Guerra, Francisco Vázquez, Joaquín Leguina, Corcuera, Rodríguez Ibarra, Cesar Antonio Molina etc, etc, ejemplos todos de incuestionable patriotismo constitucional y amor a España. Y quedan por supuesto un número indeterminado de votantes de Pedro Sánchez que hayan descubierto lo que escondía el candidato y que sin más atadura que su propia conciencia se enfrentan a esta realidad que conduce inexorablemente al precipicio arrastrando el ánimo de millones de españoles a los peores presagios.

Quedarán todos señalados en la historia de esta época cuando España se enfrentaba a un horizonte de ruptura. El gran estadista y político británico Winston Churchill, demócrata incuestionable afirmaba con cierto cinismo; "el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio".

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