Tribuna

Joaquín Asensio

Escritor

Edadismo, escenario a mejorar

Uno de los desafíos de éste siglo XXI consiste en entender que el envejecimiento es un proceso continuo, como la vida misma

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Edadismo, escenario a mejorar

Probablemente, algunos de ustedes se preguntarán ¿qué es el edadismo? Su definición todavía no está aceptada por la Real Academia Española, y lo que a priori puede parecer un concepto simple, no lo es tanto. Se podría resumir como una discriminación hacia las personas mayores, aquellas pertenecientes a la tercera o a la cuarta edad. Al igual que ocurre con el racismo o el sexismo, en el edadismo hay amplios grupos de población que se ven discriminados socialmente, pero con el agravamiento de que este tipo de estereotipos no están tan perseguidos moralmente.

Un estudio aparecido en la revista Panorama Social, revela que el porcentaje de mayores se ha disparado. En números absolutos, la longevidad ha aumentado desde 1977 a 2017 en los países desarrollados, produciéndose un incremento de la esperanza de vida de un 131%. Todo ello gracias a la ausencia de conflictos, al buen estado de las economías o a los avances en medicina y sanidad. Aparece fruto de ello un nuevo reto: construir un mundo en el que la vejez, lejos de ser un incordio, se convierta en una época plena de vida, socialmente útil y personalmente satisfactoria. Cumplir años no debe ser sinónimo de ser una carga, de dependencia, de personas incapacitadas para tomar decisiones o no aptas para trabajar; debemos combatir esta forma de pensar y tratar a este colectivo como se merece con respeto y comprensión.

El problema lo podemos encontrar en prácticamente todas las culturas. Si bien es cierto, que en los países occidentales no se abandona a las personas envejecidas; sin embargo se les sigue sometiendo a actitudes claramente discriminatorias. Una de las características más importantes de estas situaciones es que, en ocasiones, quien lo sufre no tiene los medios necesarios para denunciar esa injusticia. Los estereotipos negativos y de exclusión comienzan a pasar factura por encima de los 60 años, pese a que no se ajustan a la realidad, y se ven reforzados por la permisividad y actitudes de las nuevas generaciones.

Hay tantos ejemplos de edadismo, tan comunes y aceptados en nuestra sociedad, que la mayoría de ellos pasan desapercibidos. Desde expresiones normalizadas que hacen referencia a su pérdida de facultades, hasta la falta de representación en los medios de comunicación; sin olvidarnos de la discriminación laboral para quienes quieren trabajar y tienen capacidad de hacerlo bien, o de la condescendencia como equivalente de ignorancia o falta de capacidad para pensar.

Por ello, es demasiado frecuente tratar a quienes se han adentrado en la vejez como si fuesen niños, como personas incapaces de tomar decisiones por sí mismas y, por consiguiente, depender de que otros realicen ocupaciones o tareas que perfectamente las puede efectuar el mayor. Es decir, la edad en sí misma es usada como excusa para coartar su libertad. Una discriminación, que está materialmente presente en aspectos objetivos de cómo funciona la sociedad o en leyes, que ponen a la gente mayor, en una situación de vulnerabilidad.

Por suerte en los últimos años se observa un leve proceso de transición, que parece estar modificando positivamente la realidad de los mayores. En España, aunque lentamente, se está avanzando; y cada vez son más las universidades que apuestan e introducen cursos educativos para este colectivo, junto a talleres, salidas formativas o excursiones organizadas.

Es importante que las administraciones en general realicen más esfuerzos, para contribuir a que ésta figura se perciba de forma diferente, como sujetos con posibilidades y capacidades de transmitir conocimientos. Se les debe integrar formando parte del progreso, en lugar de aislarlos debemos entregarles herramientas para que se desenvuelvan, reforzando su papel en un contexto social y cultural, que será el que a nosotros nos gustaría encontrarnos en el futuro; para que tengan una vida digna, con posibilidades de realizarse plenamente, manteniendo de ésta manera un lugar activo en la sociedad y evitando la marginalidad.

Está demostrado, que la calidad de vida de las personas mayores, está altamente relacionada con su autoestima, con capacidad funcional, y con el conjunto de condiciones que le permitan, por un lado, cuidarse a sí mismas, además de participar activamente en la vida familiar y social de su entorno.

Uno de los desafíos de éste siglo XXI consiste en entender que el envejecimiento es un proceso continuo, como la vida misma, a través del cual se construye un nuevo rol donde el mayor se integra en la sociedad, marcando un nuevo lugar en ella, cada vez más significativo…

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