Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería

Espadas contra Susana Díaz

Por mucho que disimulen unos y otros, las navajas brillan entre las sombras, como si la madrugada fuera una metáfora y un hipérbaton en la hipérbole del día

Espadas contra Susana Díaz Espadas contra Susana Díaz

Espadas contra Susana Díaz

La vida es, algunas veces, una filosofía, oriental y kantiana, por la que asoma la venganza en los manuscritos que la política caligrafía con la letra gótica y el propósito de que el silogismo perdure en los anaqueles que guarda la memoria. Así, sanchismo y susanismo vuelven a encontrarse a orillas del Guadalquivir, donde ya suenan voces rebeldes, en unas primarias, que se celebrarán cuando las estrellas clavan / rejones al agua gris, / cuando los erales sueñan / verónicas de alhelí. Juan Espadas, que nada tiene que ver con Antoñito el Camborio, ni con la métrica desnuda de Lorca, ha sido el elegido por Sánchez con el fin de que, en su nombre, las metáforas de verde luna dejen a las huestes susanistas en un estado tal que no puedan encender ni siquiera un candil en las letras de un fandango: bajo las estremecidas / estrellas de los velones. Pero la reina de Triana no se rinde y prepara a sus jinetes para que, antes de ser derrotados, incendien las naves de su oponente, Guadalquivir abajo: con Sanlúcar en el horizonte: cien jacas caracolean / y el bordón de una guitarra / se rompe. Susana, entre el río y el Atlántico, no teme a los ases de espadas que, bajo la manga de la chaqueta de color gris, guarda el alcalde de Sevilla: Juan, solo; y no, Juan y Medio. La militante Díaz quiere que sus ojos sean faroles, los cuales mengüen la luna de los sanchistas cuando la noche despierte y la brisa huela a manzanilla sanluqueña: rumor de palabras sueltas por las esquinas, sin que se enteren los señores. Pedro y Susana buscarán el duelo cuando el sol salga, el alba sea luz y clamen las olas albertianas de la mar: Cádiz y Sevilla, entre una barca y un velero: de verde y blanco: la bandera de Infante.

La historia no siempre es crónica y leyenda, sino anécdota y contradicción, antítesis y paradoja: resulta que el señor Espadas era, hasta hace bien poco, susanista convencido. ¿Qué fue de aquella fotografía en el hotel Barceló Renacimiento en la que el edil, con su corbata granate y la mirada perdida, aparece abrazado a Susana, eterna y de rojo pasión? Este hecho fue el 17 de febrero de 2019, cuando Espadas aspiraba a ser reelegido y Díaz le decía: «Nuestro Juan, el alcalde, buena gente». Ayer, remando en la misma dirección, y hoy, candidatos de dos buques con brújulas, que buscan llegar a puertos distintos. Está por ver cómo responde la militancia a esta lucha, al saber que el alcalde de la capital hispalense es el elegido para cortar de raíz la nominación de la ex presidenta de la Junta y entregar la victoria a la ambición, que proviene de la Moncloa, en una bandeja de plata. Por mucho que disimulen unos y otros, las navajas brillan entre las sombras, como si la madrugada fuera una metáfora y un hipérbaton en la hipérbole del día: yo te ofrezco una candidatura de unidad para que te retires y aceptes que lo tuyo es un sueño que ya no existe. ¿Picará el anzuelo la mujer que tuvo al alcance de la mano la secretaría general del Partido Socialista y que perdió por no subirse al tren la primera vez que pasó por la puerta de su casa? ¿Por qué ha elegido el don Vacunátor a un susanista para apartar del poder a su íntima enemiga? Creyente, apasionado defensor de la Semana Santa, el hombre, que presume de pactar con la derecha y con la izquierda, más que socialista es un socialdemócrata: un funcionario, antes que un militante.

De aquí a la fecha elegida, la contraportada siempre comenzará y terminará con la misma pregunta: ¿será el final de la carrera política de la trianera o resucitará de su declive como estrella que nunca se apagó? Dicen lenguas quevedianas y, también, gongorinas que Espadas es tan soso como Jim Caviezel y Josh Hartnett y que le ganaría a Gabilondo en una serie. ¿Intentará la antigua reina de Cazorla a Sanlúcar de Barrameda ser January Jones o Minka Kelly, para que, entre un soso y una sosa, ande el juego? ¡Que resucite Chiquito de la Calzada y nos cuente un chiste cuando la mañana es una sonrisa en la calle Larios y la tarde, bulería de Camarón! Sin sal, ni pimienta, no hay entrantes, ni platos

principales. ¡Qué digo yo! Ni bebidas, ni postres. Y la política no se entiende sin haber zapateado un tablao.

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