Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería

¡Feliz año, Almería!

Vuelven las horas como un reloj antiguo de Juan Ramón en el minutero de la nostalgia que alumbra la madrugada

¡Feliz año, Almería! ¡Feliz año, Almería!

¡Feliz año, Almería!

Oesta ciudad de mar y paz, de alba y sol, de leyenda y cine, de postal y alcazaba, de recuerdo y memoria luce, en estos días, como todo el año, como siempre, su belleza y su calma, a orillas de una cala solitaria, con la sintaxis de un verso libre, que se hace eternidad en la antología poética de las rimas velazqueñas de Berlanga; paseo abajo, en cada rincón, en cada celosía. Vuelven las horas como un reloj antiguo de Juan Ramón en el minutero de la nostalgia que alumbra la madrugada, con una copa de Bourbon en el sigilo de los segundos; los cuales envuelven la aurora, como una diosa romana los amaneceres, que son lienzos rubensianos en el color amarillento y azul de un paisaje único en la existencia de los siglos que han sido y serán. Regresa la tarde con su añoranza que no sabemos bien si es una fotografía o un cuadro en el rumor de las décimas de presente histórico; el cual nos hace sentirnos inmortales, cuando nos maravillamos de ser y de haber sido en el acto mirífico de la odisea homérica, la cual se proyecta entre un hexámetro y un poemario de Benedetti, con el silbido de una voz lejana.

Suena el rock transgresivo de Extremoduro en la laberíntica noche de las cuatro calles, con esa sinfonía mirífica de mujeres guapas: ninfas y diosas de este Mediterráneo que sueña con un álbum mediático, cuando el brandi es un trago que sonríe a la vida en el gin tonic de una lágrima rota; la cual naufraga como un velero entre el hard rock y el punk rock; la inspiración y el heavy metal; los Beatles y los Brincos. De concierto en concierto, madrugadas resplandecientes más allá de las melodías. Bailan los jóvenes, bailan los mayores, bailan los abuelos y eternizan la armonía los niños con su sonrisa de inocencia y verdad. Led Zeppelin y ZZ Top, Lole y Manuel. Camarón y Paco de Lucía. Carlos Cano y Miguel Ríos, en el misterio en diferido de Pink Floy y Status Quo: una metáfora que comienza y otra que se pierde lejos de la página en la cual aparece, con la revelación que nunca será nuestra. Almería es el secreto que mejor guardado tienen los dioses; mar adentro de una mitología, la cual se hace endecasílabo en el ayer de una palabra que se llama historia en el anaquel de la literatura que nos convoca. Mientras la hora del día se repite en la noche con un libro, donde la letra cursiva se dibuja en el comienzo de un capítulo; el cual permanece inédito entre Estambul y este espejo en el que nos miramos, cumplidos los sesenta. Leyendo a Larra, Camba y Umbral, los Maestros en los que creímos, por convertir los periódicos en la lírica universal que Borges nos recuerda cuando oscurece.

Extremoduro no se ha ido, ni se irá, puesto que la letra y el rock and roll son las señas de identidad de un modo de vivir y de sentir; calle Trajano, izquierda y derecha, con el disyóquey haciendo que el jazz no sea mercancía, sino poética y sentimiento en los momentos en los cuales la filosofía existencialista no es un momento, sino un ir y venir. La movida y el sabor del ron captan, así, la instantánea del pub de al lado: solitario como un trozo de mar, a nado, donde nadie nos oye. Extremoduro vuelve por el indescifrable camino por el que nos perdimos y ahora encontramos en la soledad inmediata de una taberna, en la cual el flamenco y el rock buscan en la noche antigua el olor del té, que nos devuelva al ahora. Extremoduro es un diálogo que ojeamos y hojeamos como si fuera el universo budista en la semblanza de una playa salvaje, donde la guitarra eléctrica

enciende la chispa de la libertad, como si fuera un deseo abierto a todo lo que nos queramos imaginar. Extremoduro, el reloj del tiempo que nunca se detiene para preguntarnos no lo que somos ni lo que hemos sido, sino lo que seremos. Extremoduro, la mirada que buscamos en este mar, horizonte infinito entre la luz que empieza por decirnos su nombre. Porque Almería no es sino el sintagma que talla el destino, mientras el boogie rock y el celtic punk se entregan al blues y al ethereal waye, un año que se apaga y otro que se enciende, en el propicio brindis que nos convoca y une. ¡Feliz Año de modo cervantino bajo la luna!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios