Tribuna

Inocencio Arias

Diplomático

Franco, Fidel y los amigos de Evo

El gobierno boliviano debe estar explotando políticamente el incidente con nuestros diplomáticos y nuestros policías. No tengo dudas

Franco, Fidel y los amigos de Evo Franco, Fidel y los amigos de Evo

Franco, Fidel y los amigos de Evo

A las 6 30 de la mañana de un día de enero de 1960-hace justamente sesenta años-el diplomático Marcelino Oreja fue despertado por el gabinete de Cifra del ministerio de Exteriores. Oreja, que haría un buen ministro en el primer gobierno de la monarquia, era a la sazón jefe del gabinete del ministro Castiella. El aviso de Cifra era alarmante: había habido un rifirrafe público entre Fidel Castro y el Embajador español Lojendio . Nuestro representante en La Habana había sido conminado a salir de Cuba en 24 horas. Oreja supo que el dirigente cubano en un largo programa en la televisión había acusado a España de intentar desestabilizar a Cuba. Lojendio encontró falsa e insultante la perorata de Fidel, corrió a la televisión y tuvo tiempo-las soflamas de Castro duraban y duraban- de entrar en el estudio e increpar al popular líder cubano acusándole de inventor. El incidente no era baladí, un representante diplomático cuestionando airadamente en la tele al primer ministro del país ante el que estaba acreditado. Oreja espero hasta las ocho de la mañana para llamar a Castiella. El Ministro esperó, a su vez, hasta las nueve para llamar a Franco. El Jefe del Estado oyó la breve exposición de su ministro y dijo escuetamente:

" Castiella :con Cuba no se rompe".

Fidel Castro no olvidó la actitud del caudillo con Cuba. Es probable que no conociera exactamente la reacción de Franco pero si era consciente de que el dictador había mantenido los vuelos de Iberia a Cuba e incrementado el comercio. Castro, en la visita de Adolfo Suárez a La Habana en 1978 , no vaciló en colarse en la rueda de prensa de nuestro presidente y de abrir su intervención con la inesperada afirmación de que el y el pueblo de Cuba " no podían olvidar la conducta del anterior Jefe del estado de España, que había resistido presiones imperialistas y no había cortado con Cuba". Los periodistas españoles se hacían cruces con la alusión. Lojendio llegó a Madrid, se quedó en el pasillo unos meses, y luego fue destinado a nuestra Embajada en Suiza un descenso a segunda división para un Embajador español que viene de Cuba. Sólo posteriormente sería reintegrado en Roma a primera. La actuación de Lojendio era cuestionable desde un punto de vista diplomático. Fue, sin embargo, clara, diáfana por lo impulsiva. Algo diferente parece lo que ha ocurrido en Navidad en Bolivia con nuestros diplomáticos. Nuestra Encargada de negocios, Embajadora en funciones, acude con nuestro Cónsul a la ocho menos diez de la mañana a "una visita de cortesía"

a la Embajadora de Méjico en su residencia. La hora e ir acompañada del cónsul para una mera visita de cortesía resultan extraños. Sobre todo, si tenemos en cuenta que la Residencia mejicana alberga a una decena de políticos cuates de Evo Morales alguno de los cuales no sólo son considerados delincuentes por el nuevo gobierno de Bolivia sino que es tachado de traficante de drogas y no sería extraño que fuera reclamado por la justicia de Estados Unidos. Los vecinos se soliviantaron además al ver policías españoles encapuchados.

Un celoso funcionario boliviano puede colegir que esa visita de cortesía a una hora tan insólita, y en la residencia donde estaban los refugiados y no en la oficina, puede obedecer a que España estaba estudiando como ayudar a sacar del país a alguno de los acogidos y que la rara presencia del cónsul estaba relacionada con la posibilidad de extender un pasaporte español a alguno de ellos. Si los bolivianos suspicaces aducen, además, que alguno de los asilados había sido profusamente asesorado por los dirigentes de Podemos que residieron en Bolivia la teoría de que se trata de una conspiración urdida por el nuevo gobierno español se completa.

He vivido en Bolivia y, después de un golpe de estado, he tomado parte en una "conspiración", esta vez real, parecida. Por sus tomas de postura políticas, tres jesuitas españoles, alguno ya con nacionalidad boliviana, temían ser apresados en agosto de 1969 por el nuevo gobierno de Banzer. El provincial de la Orden me informó de que en la nueva situación corrían verdadero peligro. Como Encargado de negocios los acogí en nuestra Residencia. Después de prolongadas negociaciones, en las que participe con el Nuncio, pudieron salir del país "siempre que no fueran a una nación limítrofe".

La práctica boliviana es que al producirse un cambio brusco del gobierno o un golpe de estado los políticos salientes buscan aprisco en otras embajadas iberoamericanas y poco a poco, dependiendo temporalmente de su singularidad o de la animadversión que despiertan, son autorizados a marchar el extranjero o volver a su domicilio. Es lo que ocurrió con los sacerdotes y, más tarde con otros. La solución no es tan sencilla para algunos de los acogidos ahora por Méjico por estar acusados no de discrepancias políticas sino de delitos comunes. El gobierno boliviano debe estar explotando políticamente el incidente con nuestros diplomáticos y nuestros policías. No tengo dudas. Ahora bien: la cantidad de circunstancias que rodean el caso, hora de visita y dos diplomáticos, presencia de unos cuatro escoltas extranjeros medio enmascarados , hacer la visita donde se encontraban los asilados y no en la oficina( un boliviano me comenta que hay gente que cree que uno de los geos cambiaría su indumentaria con uno de los políticos sospechosos para permitirle pasar inadvertido) son diversos detalles que permiten que circule la especie de la conspiración perfecta. Que algún alto funcionario español mantenga que la Encargada de negocios fue a la Embajada mejicana con instrucciones de nuestro gobierno y la Ministra Robles sostenga que ella no sabia nada del asunto y que la funcionaria actuó por su cuenta no ayuda a aclarar el asunto. El calentón patriótico de Lojendio fue más claro.

Inocencio F. Arias

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