Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Futuro imperfecto

Con el tiempo de servicio en la administración militar resulta sencillo entender los discursos "en sede parlamentaria" donde la palabra cuenta, pero hay más

Futuro imperfecto Futuro imperfecto

Futuro imperfecto

La pasada semana se expusieron las líneas generales del Ministerio de Defensa ante la Comisión del Congreso de Diputados que entiende de la materia. Seguir la comparecencia fue un retorno a tiempos pasados. Ocupar puestos en el gabinete militar de cargos políticos durante quince años, más de diez como director y más de cinco vinculado al titular del Departamento deja marca. Será también por la curiosidad que produce lo desconocido: la orientación política de la Defensa Nacional; ese notable vacío en los últimos programas electorales. Será también, ¿por qué no?, por el cambio de discurso al formar un gobierno de coalición donde, al olvido de temas militares de unos, se une el antimilitarismo de otros, la actitud beligerante con las instituciones de terceros y el desprecio hacia los servidores públicos asesinados: policías, militares, jueces y políticos de bien; de emboscados colaboradores de terroristas.

Con el tiempo de servicio en la administración militar resulta sencillo entender los discursos "en sede parlamentaria" donde la palabra cuenta, pero hay más. Oír comparecencias a lo largo de tantos años permite aprender el idioma político, el "politiqués", fonéticamente igual al castellano pero con diferente significado según quién lo pronuncie. Ya se sabe: los nacionalistas hablan de "proceso de paz" para decir "de independencia", los secesionistas reclaman "diálogo" cuando hacen "imposición" y los sectarios dicen "igualdad" para reconocerse superiores a los demás.

Sea como fuere, en la sesión del pasado jueves, se habló mucho de Administración y poco de Defensa. Se hicieron declaraciones sobre acuerdos de estado, diálogo entre partidos, desarrollo de carreras profesionales, de plantillas, de programas de armamento, etc. Sin embargo, se pasó de puntillas por la verdadera finalidad de la Defensa que es, sin dejar de pensar en el futuro, informar del uso que se dará a las fuerzas armadas hoy. Se hizo de esa forma limitativa. En su definición, políticamente correcta en España pero inexplicable fuera de ella, con el término: misiones en el exterior; y, en su contenido, se derivó a otra comparecencia.

Digo esto porque en el mundo de la seguridad y la defensa, toda misión tiene dos elementos ineludibles: la tarea a realizar y la finalidad que persigues con ella. Nada se dijo de esto último. Inexcusable vacío cuando hoy se producen, además de riesgos para la seguridad derivados del terrorismo, amenazas a intereses españoles, como la delimitación de los espacios marítimos en Canarias y Baleares, un intento de usurpación directa de áreas geográficas que por derecho nos pertenecen (y me acuerdo de Gibraltar también hoy). La defensa requiere hechos además de palabrería en foros y medios de comunicación. Si poco o nada se dijo de la finalidad, sí se habló de donde deberían actuar las fuerzas armadas: en el exterior; una manera sutil de decir que los ejércitos, salvo como reserva de Protección Civil, tienen poco o nada que hacer dentro del territorio nacional.

En esto de traducir al castellano lo que se dice en "politiqués", la comparecencia tuvo otros puntos notables. Hubo referencia expresa a la neutralidad política de los militares para señalar, como intrusos, a portavoces cargados de experiencia en esto de la defensa, sin mencionar nada sobre la imparcialidad, además de la neutralidad, de jueces y fiscales que, a diferencia de ellos, pueden retomar incongruentemente la carrera judicial, mientras que el retiro en la milicia tiene vetado razonablemente el camino de vuelta. Si a este reproche se unen las falsas presunciones, convertidas en acusaciones, sobre el comportamiento ético de los militares, y las insistentes reclamaciones de un soporte gubernamental, mutadas en amenazas, de usar "puño de hierro" con ellos, se entiende mucho mejor el contenido de la comparecencia.

Dejo para el final el escenario. Tanto en el Congreso como en el Senado, el compareciente se sienta en la mesa presidencial, uno o dos escalones por encima de los portavoces de los grupos parlamentarios. Una diferencia sensible con otras sedes del mundo donde uno y otros ocupan posiciones contrarias. Visto con ojos de protocolo, que es la escenificación del poder, la soberanía nacional se sitúa por debajo de la administración estatal, el servidor por encima del servido. Una inversión de términos que pervierte el sistema.

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