Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Individuos sin sociedad

Tal vez, la protección individual nos resguardará de una emergencia, pero nos aísla de los demás e impide percibir la coacción sobre nuestra sociedad

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Individuos sin sociedad

Mientras se vive individualmente bajo el riesgo cierto de un contagio por el dichoso virus, se desprecian las amenazas que nos coaccionan como sociedad. Tanto se insiste a cada uno sobre el peligro de contraer este mal del siglo XXI, que se olvida que persisten adversarios y aparecen otros nuevos que atentan a los intereses vitales de la nación. Da la impresión de que, al tiempo que cada uno se cubre con un equipo de protección personal, los enemigos destruyen la casa común en la que nos albergamos todos, hasta dejarnos a la intemperie. Pocas fueron las ocasiones en las que la seguridad colectiva, me refiero a la de los españoles, mereció un debate social. Cuando se suscitó, tuvo un tratamiento parcial y sesgado, todo lo contrario que merece un asunto tan universal y abierto para una sociedad.

El primer caso a recordar sería el referéndum sobre la firma del Tratado del Atlántico Norte que nos permitió entrar en su organización, la OTAN, en mayo de 1982. La decisión del gobierno español fue, sin lugar a dudas, imprescindible para, unos años después, poder incorporarse a la Comunidad Económica Europea. Nadie da la entrada a un club económico sin antes asegurarse de evitar un conflicto armado con el nuevo socio. Esta secuencia: primero acuerdo político-militar y después económico; se repetiría con los países del Este de Europa tras la caída del muro de Berlín. Sin embargo, ninguna necesidad había, más que el guiño electoral, a la auto-imposición de condiciones que España se hizo para mantener a las fuerzas armadas fuera de la estructura militar, algo que se tardó más de una década en superar. El resultado: se entró en la Alianza Atlántica sin que la sociedad española la sintiera como algo propio.

Por seguir una secuencia cronológica, el siguiente caso la provocó la decisión gubernamental de participar en la coalición liderada por Estados Unidos de América para la liberación de Kuwait en 1990. En esta ocasión se produjeron dos discusiones simultáneas que se contaminaban mutuamente: la controversia política en el Congreso de los Diputados del apoyo de un gobierno socialista español a una administración republicana estadounidense y la polémica social en la calle sobre la presencia de marineros de reemplazo a bordo de los buques de la agrupación naval española en el Golfo Pérsico y el Mar Rojo, esa que mandó el entonces Capitán de Navío Rapallo, fallecido como almirante hace pocas semanas por Coronavirus. Como en la anterior,

España se auto-impuso condiciones. Unas políticas: participar a través de la durmiente Unión Europea Occidental liderada por Francia; y otras operativas: asumir exclusivamente funciones de escolta de convoyes y limitar geográficamente el área de operaciones de los buques españoles. Y, como en la anterior, los condicionantes a la hora de combatir impidieron después disfrutar plenamente de la victoria. No obstante, el bien llevado esfuerzo militar concluyó con una de cal y otra de arena: abrió la puerta a la participación de las fuerzas armadas españolas en las denominadas operaciones de paz fuera del territorio nacional, siempre con condiciones, pero propició el apaño político postelectoral de suspender el Servicio Militar Obligatorio, sin más.

La tercera tampoco fue la vencida. En cada una de las ocasiones en que se abría el debate sobre la defensa nacional, se seccionó la discusión entre lo que se decía en las Cortes y se dirimía en la calle. Y a ella se sumaron las Redes Sociales, los nuevos Medios de Comunicación de Masas (¡qué bien puesto estaba el nombre!), con su mucha propaganda y poco debate. En estas ya dos décadas del siglo XXI, se multiplicaron las parcelas sobre las que opinar: tal o cual operación, tal o cual sistema de armas, tal o cual desarrollo tecnológico, tal o cual ascenso, tal o cual programa de armamento,..; pero sin el tratamiento integral que requiere la Seguridad y la Defensa hoy. Se multiplicaron los seminarios, foros, cursos y conferencias, con una música que suena a monólogo más que a debate de ideas. Mucha palabra hueca y poca atención a la realidad.

Tal vez, la protección individual nos resguardará de una emergencia, pero nos aísla de los demás e impide percibir la coacción sobre nuestra sociedad. Y las amenazas, como las meigas: "¡haberlas haylas!"; es más, algunas son tan nuevas y cercanas que merecen una pronta, profunda, detallada e integral evaluación de todos, militar también.

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