RESPÓNDANME a una pregunta, no con los ojos de la obviedad sino invitando a la reflexión: ¿Quién juzga a los inocentes? ¿Y a los culpables?... Vemos como un chico, de unos doce años, corre calle abajo con un sobre en sus manos y mirando hacia atrás de forma intermitente para no chocarse con nadie. Segundos más tarde, escuchamos un golpe fuerte y vemos a un viejo con bastón en el suelo… ¿Quién es el culpable y quién el inocente? Pues este ejemplo, real ante cualquier duda, es al mismo tiempo base y laguna de la Presunción de inocencia.

Hoy día, en un mundo cuyas vidas privadas buscan "likes" y de vidas ajenas que encuentran consuelo en los cotilleos, es difícil no dejarse llevar por el sensacionalismo del mal sobre el bien. El diseño defensivo, aquel que todo el mundo redujo a la tostada siempre cae por el lado de la mantequilla, se ha convertido en rey de nuestra opinión, llevándonos a la sabiduría universal del pre-juzgar. Es decir si una gran mayoría opinan que una persona, por no poder defenderse de una acusación, es culpable, yo también creeré que lo es. Pero, ¿Por qué?... Pues porque a la hora de la verdad no existen muchas distinciones, entre el efecto de terror contagioso que puede haber durante la proyección de una película de miedo, y la culpabilidad de una persona. Y quiero alumbrar mi caso con dos ejemplos:

El primero sucede hace años, en Córdoba. Se acordarán de los dos niños asesinados por su padre en una hoguera. Se acordarán de la desastrosa labor criminalista y del dilatado tiempo entre el asesinato y la condena, principalmente por la carencia de pruebas firmes. Si hacen otro poco de memoria, verán la marabunta de prensa y sensacionalismo sobre el caso. En este, como en muchos otros casos, el imputado es culpable mucho antes de pisar el juzgado. La gente ante la puerta del acusado lo sabían, aquellos que se manifestaban justo a la afligida madre lo sabían y el resto de seres desde sus sillones también. Pero, ¿Lo sabían realmente? ¿O es que a la hora de la verdad no nos distinguimos tanto de aquellos tiempos de sangre y arena? El pueblo pedía una cabeza, esa en concreto. Tal es así que aun con flácidas pruebas, fue llevado ante la justicia, o al menos la popular. Doce personas que mucho antes de sentarse como jurado, ya habían tomado una decisión, a través del contagio mediático y masivo sobre la culpabilidad del acusado.

Vayámonos unos años más adelante, a tan sólo hace unos días frente a mi casa. A aquel niño corriendo y aquel viejo temblando por levantarse en el suelo. ¿Qué ven? ¿Un robo? Veamos las pruebas: Un niño corre con un sobre + el ruido de un viejo cayendo hacia delante. De primeras, no son pruebas circunstanciales, sino claras y concisas. Por tanto el niño es culpable de un robo a un anciano ¿no es así? Pero entonces, ¿Por qué miraba hacia atrás el niño? Ahí está la clave, en un detalle que sólo de primera mano podías ver. Que sólo si recogías al anciano que apestaba a alcohol y que aun con la caída sostenía su pequeño puro, podías entender. Rodeados de nuestro propio jurado, gente de diversos géneros y razas, habían decidido mucho antes de cualquier prueba, sentir lástima del anciano por la triste imagen que representaba y hacer culpable al niño. Hasta que, instantes más tarde el niño apareció a la derecha, preocupado por la caída del anciano, que ahora por sus palabras resultaba ser su abuelo, y dijo textualmente: "Que sea la última vez que robas a la "yaya", que esta vez te he pillado y ya vas a dejar de robarle su poco dinero"… Nueva sentencia, y gracias a la fortuna por no haber sido contagiados de meses y meses de la pasión del público por ser juez y verdugo al mismo tiempo.

La justicia es, como el amor y la igualdad, un valor de los seres humanos y corresponde a nosotros, y a nadie por encima de nuestra propia opinión, dar sentido al mismo. Si vuestra mente quiere juzgar, que juzgue, y si quiere soltar la guillotina, que lo haga, pero no olvidéis ser jurado y reflexionar sobre la presunción de inocencia. Sobre que todo ser, por encima de cualquier medio, es inocente hasta que se demuestre lo contrario. ¿Que quién juzga a los culpables? La verdad, las pruebas para demostrarla y por último el juez. Pero no caigáis en responder a la otra absurda pregunta, pues nadie debe juzgar a los inocentes.

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