Tribuna

Juan José García

Experto en Inteligencia Económica y Competitiva

Iniciativa verde del G7 y la ruta de la seda china

En las disputas entre ambos bloques, hay una parte de ideología y se emplean todos los recursos disponibles en forma de proyectos y ayudas

Iniciativa verde del G7 y la ruta de la seda china Iniciativa verde del G7 y la ruta de la seda china

Iniciativa verde del G7 y la ruta de la seda china

Recientemen la cumbre del G7 celebrada en el Reino Unido recientemente el presidente Biden consiguió el respaldo para una iniciativa denominada B3W (Build Back Better for the World), que tiene como objetivo la recuperación de las economías después de la pandemia mediante inversiones en infraestructuras e innovación, reforzando la colaboración con otros países a lo largo y ancho del planeta.

Muchos analistas han considerado esta iniciativa un paso más en las disputas entre EE.UU. y China y un desafío directo al proyecto de ésta denominado "Belt and Road Initiative", conocido también como la Nueva Ruta de la Seda, cuyo objetivo es desarrollar infraestructuras para el intercambio comercial entre Asia, Europa, África y América Latina.

La idea china también es crear de forma indirecta una dependencia en los países al financiar la construcción de gran parte de las infraestructuras necesarias y algunos expertos son muy críticos con esa forma de actuar, que denominan diplomacia de la deuda-trampa, porque genera deuda externa y desequilibrios o falta de autonomía a la hora de actuar. También se refieren a ella como un nuevo imperialismo que se aprovecha de los países más pobres.

En el caso de la B3W, también denominada Clean Green Initiative (iniciativa verde y limpia), en su declaración de intenciones figura ayudar a los países más necesitados y pretende proporcionar un marco sostenible para el desarrollo evitando proyectos faraónicos como los que forman parte de la iniciativa china.

Aún falta concretar de donde provendrán los fondos necesarios, aunque se busca que sean en su mayoría de iniciativa privada con el respaldo de los países, y también las zonas prioritarias para su aplicación, que Europa prefiere que sea África, mientras que los Estados Unidos la quieren focalizar en América Latina y en Asia.

En cualquier caso, la iniciativa occidental se plantea como una forma de poner en marcha proyectos que faciliten la recuperación de los efectos causados por la pandemia en las economías de los países. Se diferenciará en que los proyectos de infraestructura buscaran seguir

las recomendaciones del acuerdo de París sobre el cambio climático, que se otorguen de manera transparente, brinden beneficios a largo plazo a los países y ofrezcan condiciones que las naciones en desarrollo puedan asumir.

El proyecto occidental no debería tener demasiadas ataduras políticas porque su objetivo es ayudar a las democracias a desarrollarse como contrapeso al autoritarismo que prima en los países que participan en la iniciativa china, que se ha desarrollado más en países en los que hay menor transparencia y unos niveles de corrupción altos.

Una duda que se plantea es la continuidad que pueda tener este proyecto dentro de la administración norteamericana, porque su destino dependerá en gran medida de los ciclos electorales en Estados Unidos y podría perder fuerza si los republicanos ganaran poder y mantuvieran la estrategia del "America First" del presidente Trump.

Será interesante seguir la puesta en marcha de esta iniciativa occidental, los recursos económicos y la financiación de que disponga y la implantación progresiva en las zonas geográficas que finalmente se determinen porque de ella pueden surgir oportunidades para las empresas españolas.

Entre los países del G7 no hay consenso sobre si China es un socio, un competidor o una amenaza para la seguridad. Lo que si se aprecia es que las dos iniciativas tienden, una vez más, a polarizar el mundo formando bloques de países demócratas y de autocracias, con una dependencia en cada caso de EE.UU. y China, lo que significa una nueva edición de la política de bloques que imperó durante la segunda mitad del siglo pasado.

El bloque occidental ya no es tan monolítico como en el pasado, pero cada vez que hay reuniones de alto nivel se pone de manifiesto la necesidad de reforzar el compromiso de defensa de los valores democráticos y de los derechos humanos en contraposición a los países donde se ponen en cuestión esos valores.

En las disputas entre ambos bloques, hay una parte de ideología y se emplean todos los recursos disponibles en forma de proyectos y

ayudas, incluyendo las infraestructuras, la tecnología, la cultura y hasta el estilo de vida.

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