Tribuna

Antonio sánchez de amo

Presidente de Verdiblanca

Insulto y amenaza por llevar silla

Lo mío no ha sido tan intimidatorio ni agresivamente físico, es cierto; pero aquella mirada de final de noviembre no se me va de la cabeza

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Insulto y amenaza por llevar silla

Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Esto lo dice un artículo, el 14, de un puñado de hojas que deja al margen la República como modelo de Estado para volcar sobre la Monarquía el peso de defender la Democracia que votaron los españoles precisamente con esta Constitución hace 40 años. Al parecer, hay gente que huye de efemérides tan significativas porque en el fondo artículos tan básicos y valerosos como el 14 de nuestra Constitución les parecen ofensivos. Les ofende que haya españoles que tengan "privilegios" para hacer prevalecer sus derechos, que recurran a las leyes para no ser violados o que defiendan su integridad para no ser humillados.

Yo me encuentro entre estos últimos. Es verdad que he tardado en revelarme. He tardado más de un mes en tomar la decisión de hacerlo público, en escribir las sensaciones de una situación que otros habían sufrido antes y de las que yo sólo era espectador; ni siquiera testigo. Siempre he procurado denunciar todo trato discriminatorio, vejatorio o de repulsa que ha tenido una persona por cualquier condición. En Almería hemos conocido algunas: impedirles la entrada a un bar de copas por ser enano, rechazar que se alojen en un hotel por tener síndrome de Down, darles una paliza en mitad de una fiesta por mirar a otro hombre y no ser solo de él, perseguirles por una playa por mostrarse homosexuales… Lo mío no ha sido tan intimidatorio ni agresivamente físico, es cierto; pero aquella mirada de final de noviembre no se me va de la cabeza. ¿Por qué no lo he contado antes? Fiel a mis principios y al cargo de representación que ostento de un amplio colectivo que en este 2019 cumplimos 40 años de vida y reivindicaciones, el mismo día de los hechos llamé a la policía y dos patrullas intervinieron para pedirle cuentas al agresor por su comportamiento despreciable y humillante. En otras circunstancias podría haber pensado que sólo era un descerebrado más, uno de esos a los que su complejo de inferioridad o su falta de inteligencia les conduce a la violencia para sentirse superiores, para saciar su frustrada sensación de que no son nadie; olvidando que el respeto y el amor se gana simplemente siendo honesto con uno mismo y con los demás. Pero, ¿qué vi esta vez más allá de que un joven albañil, una mañana fría de invierno, me insultara por ir en silla de ruedas y terminara amenazándome con pegarme? Pudo ser su mirada de ira, esos ojos inyectados en odio y esas faces dándole forma a la rabia. Pero creo que hay algo más. Pienso que se sentía respaldado, con esa fortaleza que da el saber que no estás solo, que ya hay otras manadas que te apoyarán o saldrán en tu defensa. Y, si además, existen siglas políticas o representantes votados democráticamente (aunque no crean en la Democracia) que te dan la razón, entonces la valentía se convierte en osadía y el paso a la maldad es cuestión solo de centímetros. Es cierto que cuando el sentido común no es comprendido por a quienes no le rigen bien sus seseras, la gente cabal, respetuosa y coherente recurrimos, quizás ingenuamente, a las leyes para salvaguardar la integridad, hacer prevalecer los derechos y proteger a quienes están más indefensos. Pero ¿qué sucede cuando quieren toquetearnos lo legislado? O peor aún, cuando quieren derogarlo, aniquilando las conquistas logradas en aras de la justicia social. ¿Qué harían las autoridades internacionales al ver que se vulnera la protección de quienes constantemente deben mirar hacia atrás para comprobar que el puente construido no se está desmoronando? El filósofo y abogado francés Voltaire escribió: "No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo". Pero, si viera esas miradas odiosas, ¿diría lo mismo? El maestro periodista Miguel Ángel Aguilar recuerda con frecuencia, y no exento de razón, que la libertad que tanto les ha costado a muchos conquistar (a bastantes con su propia vida), está permanentemente en peligro. No es un derecho irreversible, en cualquier momento lo podemos perder. No lo permitamos; no bajemos los brazos, combatamos la estulticia, aislemos la estupidez, tapemos las miradas de la incomprensión y, sobre todo, señalemos a quienes se están quitando las máscaras y perdiendo el complejo de ser lo que en el fondo eran: unos matones.

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