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Lástima de Parque Nicolás Salmerón

Lástima de Parque Nicolás Salmerón Lástima de Parque Nicolás Salmerón

Lástima de Parque Nicolás Salmerón

Todas las ciudades dignas de visitar tienen parques o ríos que dejan historia. Cáceres tiene el Parque de El Príncipe, Málaga La Alameda, en el centro de la ciudad, y Sevilla el Maria Luisa y en Roma bajas unos cuantos escalones para rozar el agua el Tíber a su paso por el castillo de Sant Angelo; el Manzanares era un arroyo infame hasta que Tierno Galván creó un paraíso sobre sus aguas cochambrosos. Almería aún espera el sueño de un alcalde o alcaldesa cuya grandeza ennoblezca este Parque.

Al anochecer desde las ventanales que dan al Parque Nicolas Salmerón se oye el trasiego de pasajeros con rumbo al norte de África y, si andas fino de oido, se oye el oleaje como esfuerzo que realiza el mar para purgarse de toda la basura con que la gente vulnera cada díade verano las playas del Zapillo. El sol de agosto lo ha quemado todo a esta hora.

Por la mañana el parque Nicolas Salmerón amanece con una bruma de acero sobre los palisandros, pimenteros brasileños, buganvillas, árboles del paraíso y floraciones vistosas,

precoces, fragantes que transmiten templanza y sosiego a quienes lo transitan. Como piezas deshilachadas de esa naturaleza abierta, decenas de emigrantes dormitan cobijados de la noche sobre los bancos o el césped en la larga esperar para saltar a África. Es la foto fija de el Paso del Estrecho.

Yo creo que entre todos los parques de Almeria este el único que da cobijo a decenas de coches cargados de maletas, flanqueados por lineas de palmeras, esperando saltar hasta Marruecos. El Parque Nicolas Salmerón es el valle que cobija a miles de emigrantes que llegan desde los confines de Europa. Esperan cruzar esa linea azul que les separa de sus familias, esa linea azul que es espejismo y es clamor de un llanto inagotable que arrastran las olas desde el fondo del mar hasta nuestras orillas.Su estancia apenas durará un día, o dos, los suficientes para recordar que a lo largo de tan largo viaje el Parque Nicolas Salmeron es una espera de felicidad merecida para los que llegan a Almeria con todos los sueños derruidos, gentes aplastadas por la represión política y moral hacia ellos que vive Europa. Son aventureros con la mirada fija en el futuro que viajan todos los años hacia el corazón desus familias, con la mente huida de tanta basura política y noticias siniestras que desprende Europa; gentes que se alejan brevemente de barrios costrosos de las afueras de la ciudad donde residen cuyas fachadas viven llenas de ropa tendida, de gritos de mujeres de balcón a balcón; gentes que concentran sus pensamiento en algunos días felices cada verano. Esta travesía es una cuestión vital y obligada para estos ciudadanos de la diáspora magrebí que arrastran kilómetros y kilómetros de sudor salado.

Cuando todo todo pase y llegue el otoño estos jardines arruinados volverán a su artrosis resignada propia de un parque viejo, olvidado por una administración municipal carente de imaginación gestora. Cada dio se acrecienta más la convicción en los vecinos del Parque de que digas lo que digas no servirá de nada, esperando llegar el día en el que la demagogia municipal sea delito. El año que viene, en las elecciones municipales, los políticos se enfrentarán unos a otros a una ciudad enferma de tanto simular y el Parque Nicolas Salmerón lo tomarán como bandera. Te dirán lo que quieras oír porque, al final, la gente se lo cree todo y se refugiarán dentro de sí mismo para convertir los pequeños placeres del día en un baluarte inexpugnable. Mientras, el parque Nicolas Salmeron seguirá resignado ante el olvido que nos cae encima desde el palo más alto del gallinero municipal: que se metan la demagogia en las moquetas de sus despachos y en las gusaneras de los consejos, plenos y sesiones municipales; todos, los que desgobiernan y la oposición, que no se entera, no sabe o no contesta.

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