Tribuna

Javier Soriano

Coronel en la Reserva

LAS MASACRES DE BUD DAJO Y BUD BAGSAK

Aunque se empeñen en cambiar el nombre de Filipinas, nadie podrá borrar de la historia que nosotros unificamos ese territorio

LAS MASACRES DE BUD DAJO Y BUD BAGSAK LAS MASACRES DE BUD DAJO Y BUD BAGSAK

LAS MASACRES DE BUD DAJO Y BUD BAGSAK

Después de nuestra derrota en 1998 y cesión del poder colonial en Filipinas a los Estados Unidos, los filipinos se rebelaron el 4 de febrero de 1899 contra la nueva potencia colonial, quien aplastó el levantamiento a golpe de fusil y bayoneta, a la vez que justificó su presencia en esa Región por la necesidad de acabar con tantos años de brutalidad española. Esta insurrección contra la nueva potencia colonial se llevó por delante a más de un millón de filipinos, como así lo recordó el religioso y cronista de la época fray Manuel Arellano Remondo en su obra "Geografía de las Islas Filipinas": "La población disminuyó por razón de las guerras, pues al empezar la primera insurrección se calculaba en 9.000.000 y actualmente (1908) no llegarán a 8.000.000 los habitantes del Archipiélago", en referencia a las víctimas de la Guerra entre la primera República de Filipinas de 1898 y Estados Unidos de Norteamérica (1899-1902). Al término de esta guerra, los estadounidenses tuvieron que enfrentarse a una insurgencia Moro (adjetivo usado para denominar a las personas de etnia y cultura musulmanas en Filipinas), que duró desde 1902 a 1913.

En esta guerra contra la insurgencia Moro, hubo "batallas" así definidas por los propios estadounidenses, cuando en realidad fueron auténticas carnicerías llevadas a cabo por sus soldados contra estos insurgentes, incluidos mujeres y niños, como así ocurrió en las "batallas" de Bud Dajo (1906) y Bud Bagsak (1913), volcanes extintos en la isla de Joló, en el archipiélago de Sulu, al sur de Mindanao.

En la de Bud Dajo (marzo, 1906), las fuerzas estadounidenses atacaron una aldea poblada por moros que se refugiaron en la cavidad del cráter del volcán Bud Dajo. Los soldados americanos asaltaron la montaña, y una vez llegados al borde del cráter, abrieron fuego y mataron a todos los que allí se encontraban. Murieron 1.000 filipinos, incluidos mujeres y niños. El informe oficial de esta "gran victoria militar" ensalzaba el "heroísmo" y la "galantería" de los soldados estadounidenses, cuando en realidad fue una pura carnicería de un ejército moderno contra personas con escasos recursos defensivos.

En la de Bud Bagsak (junio, 1913), 500 moros fortificados en este cráter volcánico, fueron masacrados por los soldados estadounidenses en lo que fue el campo de batalla del último gran combate de esta guerra contra la insurgencia Moro.

Con estos antecedentes del genocidio llevado a cabo por los estadounidenses en Filipinas en la guerra de 1899 a 1902, y las posteriores masacres contra la insurgencia Mora de 1902 a 1913, la reciente propuesta de cambiar el nombre de Filipinas para borrar con ello la brutalidad del pasado colonial español, parecería una broma si no fuese porque ha partido del propio presidente de esa Nación. Cambio de nombre que no es la primera vez que se plantea en Filipinas, ya que el otrora Presidente Ferdinand Marcos (1965-1986) pretendió también cambiar el nombre a Maharlika, término malayo que alude a los habitantes de la isla de Luzón. La propia constitución filipina contempla la posibilidad de cambiar la denominación de la nación y ya el actual Presidente ha lanzado en otras ocasiones el mismo nombre de Maharlika como sustituto.

Pero en realidad, la supuesta "brutalidad" que ejercimos desde nuestra llegada a Filipinas, supuso la unificación política de unas islas habitadas por numerosas etnias que constituían comunidades independientes y mantenían entre ellos constantes guerras. La colonización llevó a las islas elementos de la civilización europea como la rueda y el arado y una red de infraestructuras, puertos, puentes y caminos, que permitió el florecimiento del comercio insular e internacional. Los misioneros españoles contribuyeron decisivamente a la educación en las islas, fundando numerosos colegios y universidades como la de la Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Manila, creada en 1.645, o la Universidad de San Carlos, fundada en 1.595 por los Jesuitas.

Unas tierras descubiertas por Magallanes en el curso de su expedición de circunnavegación del mundo, y que adquirió su denominación actual de Filipinas, en 1543, cuando Ruy Lopez de Villalobos exploró la zona y la bautizó de este modo en honor al entonces Príncipe y futuro Rey Felipe II.

Por eso, aunque se empeñen en cambiar el nombre de Filipinas, nadie podrá borrar de la historia que nosotros unificamos ese territorio, y nuestra Bandera ondeó en él 377 años.

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