Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Navidad en la mar

Mientras que en tierra, el entorno te permite aislarte de todo lo que te rodea, en la mar resulta difícil abstraerte de lo que sucede a bordo

Navidad en la mar Navidad en la mar

Navidad en la mar

Volver a casa por Navidad, una frase repetida por activa, pasiva, con imágenes y palabras, que dice mucho en cinco vocablos. Muestra la esperanza de quienes aguardan en el hogar familiar la llegada de los seres queridos, refleja el deseo de cobijarse bajo el techo de la casa paterna y señala como fecha más importante del calendario el día en que se celebra el nacimiento del Niño Jesús, el hombre y dios verdadero, cuya venida al mundo marcó el comienzo del calendario.

Hay muchos días a lo largo del año que sirven para señalar acontecimientos de especial significado. El almanaque se llenó de efemérides y jornadas dedicadas a los más variados temas. Desde que era niño vi establecer el día del padre, el de la madre, de la danza, el del cine, el del medio ambiente, el de la amistad, el de ¿qué se yo?, de lo que quieran. En el fondo, con la impresión de que se quiso y se quiere llenar la agenda social con un recordatorio, cada vez más amplio, de todo lo que se pierde con el paso del tiempo. Al fin y al cabo dedicar un día a algo concreto, que puede estar en cualquier jornada, hace pensar que los otros trescientos sesenta y cuatro días del año puedes olvidarte de ello.

Sin embargo, el caso de la Navidad es diferente. Será porque lo que se conmemora es un acontecimiento único que marcó un antes y un después para la humanidad donde se abre la primera página de un libro que narra la vida de un ser único. Tal vez, por la grandeza que supone tal efemérides, nadie quiere alegrarse de ello a solas, sino compartir la inmensa alegría del hecho con los seres más queridos y que, en términos amplios, se llama: Familia. Es posible que sea también por la misma razón, que se vuelvan las tornas en esas fechas y aflore la pena por la ausencia de quienes dejan de estar con nosotros.

La Navidad en la mar tiene mucho de ausencia, pero tiene poco de soledad. Mientras que en tierra, el entorno te permite aislarte de todo lo que te rodea y, como un ermitaño, encerrarte en una celda, en la mar resulta difícil abstraerte de lo que sucede a bordo. Tal vez sea porque en un barco, a pesar de las muy diferentes responsabilidades de cada uno, todos dependemos de todos. Nadie es imprescindible pero de nadie se puede prescindir. Cualquier ausencia se nota. Una dependencia que crea vínculos tan sólidos que bien podrían parecerse a los que surgen en una familia.

Vivir la Navidad en la mar, alejados de la familia, marca. Tanto es así que quienes vivimos la experiencia, y más de una vez, podemos recordar detalles de esos días que pasarían desapercibidos otros años. El primero de ellos, las personas que mitigaron la ausencia de la familia de sangre, con la presencia de la militar. Esa que se forma base de respeto, compañerismo, verdad, dedicación y apoyo mutuo que en la milicia se llama hoy cohesión y que nunca dejó de ser otra cosa que unión, la forma genuina de constituir un grupo humano a base de asumir el cuidado de cada uno de sus miembros como si fuera el propio. Después se recuerdan los lugares, los tiempos y las conversaciones, para terminar con las imágenes.

Debo reconocer que, con igual sensación que se vive la Navidad en la mar, se tiene en los destacamentos en tierra lejos del territorio patrio, donde se impone el aislamiento físico, consecuencia de la imposibilidad de superar ese mar de diferencias que imponen a los españoles las sociedades a las que se fue a ayudar. Eso, a pesar de la inmensa capacidad española por adaptarse a los lugares de aposentamiento, con esa forma de ser donde pesa más aceptar lo que te ofrecen que imponer lo traes. Ya se sabe, al llegar a puerto extranjero es más frecuente oír: ¿aquí que se come? que preguntar por el lugar donde se venden hamburguesas.

Pasó la Nochebuena que con la Navidad forma una misma cosa, como la tarde de domingo es parte del lunes. Así, si don Antonio, el director de este periódico, me considera el hombre que escribe los jueves, como Chesterton lo hizo con el personaje de su novela, escribo para contar que recordé a quienes pasaron estos días fuera de sus casas por que los eché de menos, como también me acordé de aquellos a quienes hice mi familia cuando me tocó estar en la mar por estas fechas, porque alejamos juntos la soledad que dejaba la ausencia. Con ello se cumple aquel dicho marinero de navegar es ncesesario, otras cosas, no

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