Tribuna

José María Martínez de Haro

Escritor y periodista

Parches y complejos

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Parches y complejos

Me gustaría poder llegar a alguna conclusión sobre todo esto que venimos escribiendo la mayoría de articulistas y editorialistas: Me refiero a Cataluña. Y esto resolvería las dudas y preguntas que algunos lectores me hacen llegar en sus mensajes. La duda más extendida es realmente importante; ¿será capaz la actual democracia española de dar una salida razonablemente satisfactoria que garantice la integridad territorial de España por otros ochenta años ¿. Quienes así me preguntan conocen la historia y la pregunta acierta porque va a lo esencial de todo lo que viene ocurriendo en estos dos últimos años.

Resulta complicado dar una respuesta contundente a un problema que presenta tantas aristas. Un problema que se nutre de los sentimientos, no de la razón. Y habremos de decir con cierto lamento que si bien es cierto que el actual Gobierno ha reaccionado aplicando el Estado de Derecho mediante el artículo 155 de la Constitución. También podemos decir que su reacción ha sido tardía y algo gaseosa. No con la contundencia que le hubiera permitido otra interpretación de la gravedad extrema del desafío de los independistas crecidos ante la inoperancia del Gobierno y las Instituciones, entre ellas la abogacía del Estado y la propia justicia. Pero así estamos a la espera que lleguen las elecciones convocadas para el próximo 21 de diciembre. Hasta esa fecha, asistimos con cierta sorna cómo van desinflándose ante los Tribunales los paladines de esa República proclamada,"pero simbólicamente ". De unas disposiciones en forma de Leyes aprobadas en el Parlament de Cataluña que "en realidad no fueron tales porque su ánimo no era salirse de la senda constitucional ". Entre el bochorno y las risas han ido uno tras otro entrando en las vías de la legalidad constituida lo que provoca cierto desengaño a sus miles y miles de seguidores desconcertados y tristes por lo que significa de vergüenza a esa nueva Patria no lograda. Pero, no nos engañemos. Todo lo que estamos viendo en el Tribunal Supremo, en las declaraciones del propio Puigdemont anunciando su aceptación de negociaciones con el Gobierno de España que llevaran a" un entendimiento sin necesidad de la independencia de Cataluña", es un espejismo forzado por las circunstancias de unos y otros. La cruda realidad es que hay una masa crítica en Cataluña capaz de llenar las calles y agitar y seguir reclamando la República y la independencia.

La pregunta de estos lectores cobra fuerza por cuanto podríamos estar el día 22 de diciembre en un escenario político muy semejante al actual, incluso con otros actores políticos igualmente fanatizados por la idea de esa República independiente. Tan capaces como estos de seguir desafiando al Estado español , a las Instituciones, a los Tribunales y al ordenamiento jurídico. Y, ¿entonces qué hacer? Y llegando a la más preocupante de las situaciones posibles, también podría darse que estas medidas actuales, el 155, las sentencias tan esponjosas de los Tribunales, los arrepentimientos y las consideraciones generalizadas dieran la sensación que se ha arreglado este grave asunto cuando lo mas que pudiera ocurrir es que se han aplicado un parche en el penúltimo minuto para que la bombona no estalle.

Parches para una situación endiablada que debiera hacernos reflexionar a todos, gobernantes y gobernados lo mucho que se ha hecho mal. Reconocer los errores y ausencias de las Instituciones y singularmente del Gobierno de España. Falta también algo de autocrítica por no haber medido con tiempo la dimensión de este gravísimo reto que amenaza, otra vez más, la integridad de España y la fortaleza de su Estado. Son reflexiones que no evitarán el problema pero puede ayudarnos a comprenderlo mejor. La democracia, inquietos lectores, tiene sin duda herramientas para defenderse y defender a nuestra veterana Nación. Es cuestión de saber y querer aplicarlas en el momento políticamente oportuno. Y seguir conviviendo con este problema que Ortega y Gasset calificó sin solución definitiva. Cataluña ha sido un problema para España desde hace siglos pero de un modo u otro hubo gobernantes que sin vacilación defendieron la integridad territorial de España con los medios a su alcance, algunos de ellos extremadamente violentos y por ello inasumibles en estos tiempos. Pero es igualmente cierto que la democracia española se muestra algo inexperta y acomplejada ante soluciones que serían ejercidas sin titubeos en otras democracias occidentales. Secuelas del franquismo dicen algunos. Podría ser. Pero retos como el de Lombardía y el Véneto en Italia, el conato de separatismo en el Estado de Baviera en Alemania, o los leves insinuaciones de Córcega o Bretaña en Francia no han prosperado mas allá de unas alusiones a la independencia porque esos Estados, esas democracias, esos Gobiernos, de cualquier signo político, han reaccionado de manera fulminante desde el comienzo avisando de la aplicación inexorable de toda la fuerza de esos Estados, que habrá que decir que es mucha fuerza. En España la relativa tranquilidad que ha procurado a todos los españoles la transición política se ve ahora seriamente amenazada por unos insurgentes fanatizados cuyas capacidades intelectuales son de una mediocridad alarmante pero que han logrado empujarnos hasta este punto tan acuciante.

Resultaría de lo más paradójico que fueran los regímenes más autoritarios y militaristas del siglo XIX , en 1.931 una República incipiente que apenas duró ocho años y finalmente otro régimen autoritario que permaneció en el poder cuarenta años los que hayan tenido sujeto el independentista en Cataluña durante 83 años. Larguísimo periodo histórico que los catalanes han aprovechado con utilidad y han podido sobrellevar esa " tremenda carga que significaba pertenecer a España". Incluso podríamos decir que en esta tranquilidad institucional han sabido y han podido prosperar y dar lustre a su capacidad emprendedora llegando a construir una región rica, moderna, prospera y atractiva a la inversión, a la industria, a la cultura y al turismo. Es decir, en estos 83 años de paz ininterrumpida han podido crear riqueza y colocarse muy por encima de otras regiones de España que no han dado muestras de" sobrellevar con amargura esa pesada carga de pertenecer a la Nación española". Esa es una realidad histórica probada en los hechos. Por todo ello, resultaría paradójico, insisto, que esta democracia del siglo XXI no fuera capaz de continuar y legar a los españoles una Nación íntegra y orgullosa de su territorio, Cataluña incluida.

No me atrevo a predecir. No lo olviden 22 de diciembre de 2017 día de la Lotería Nacional. !¡ Que haya suerte ¡!

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