Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad

Rajoy y Puigdemont

¿Son Rajoy y Puigdemont personajes de novela? Siempre hay algo de literario en la figura de un político

Rajoy y Puigdemont Rajoy y Puigdemont

Rajoy y Puigdemont

Son las seis en punto de la mañana de este sábado prenavideño. El alba espera impaciente y los periódicos anuncian su llegada a los quioscos. Las elecciones del 21-D siguen siendo el núcleo fundamental; no en vano, en ellas se juega una partida compleja y complicada. Una partida que tendrá mucho que ver con un partido de los clásicos. De esta manera, Mariano Rajoy tendrá que mejorar su técnica y jugar con la inteligencia de Marcos Asensio, la rapidez de Bale, la verticalidad de Griezmann, la astucia de Benzemá, la seguridad de Ramos, el remate de cabeza de Godín y el oportunismo en el área pequeña de Cristiano Ronaldo. Algo, que no es nada fácil y a lo que tendrá que aplicarse con todas sus fuerzas, para que el resultado sea favorable. El fútbol y la política no son dos metáforas, sino dos realidades, que se parecen mucho en el fondo y en la forma. Por su parte, Carles Puigdemont tendrá que prestar mucha atención al Barça de Ernesto Valverde y tomar buena nota de la táctica de este excelente entrenador. Los malabarismos de Messi, la intuición de Luis Suárez, la genialidad de Iniesta, la técnica de Busquets, el despliegue de Paulinho y la velocidad de Sergi Roberto son ejemplos que, aplicados a la oratoria y al diálogo, pueden llevar al entendimiento. Tengamos en cuenta que de estos jugadores hay algunos que juegan en la selección española como son Andrés Iniesta y Sergio Busquets.

Ni Rajoy ni Puigdemont son personajes de Galdós, ni de Valera, ni de Clarín, ni de Valle-Inclán. Y menos aún de Franz Kafka, Dostoievski, Proust, Truman Capote, Flannery O'Connor, Norman Mailer o Tom Wolfe. Sin embargo, el presidente del Gobierno sí fue un personaje de Francisco Umbral. «El genio y los medios han tardado en enterarse de quién es Mariano Rajoy, y es porque don Mariano no echa mítines, no pasea ideas como pedruscos, no se cabrea y, cuando discute, le sale la buena educación. Ya quisieran los ingleses o los franceses un presidente así para su Gobierno», escribía el gran escritor de periódicos en el diario El Mundo. También entre la literatura, el fútbol y la política hay semejanzas. Los goles son, al fin y al cabo, figuras literarias, el fútbol abierto y vertical, un soneto, y un buen discurso, una metáfora entre Quevedo y Góngora. O sea, que el señor Rajoy y el señor Puigdemont tienen muchas páginas abiertas para tomar nota. Convendría, por otra parte, que uno y otro personaje se aproximaran a la historia del diálogo, partiendo de Platón para llegar al Renacimiento y, en concreto, a Juan de Valdés, con su Diálogo de la lengua. La técnica oratoria de Manuel Azaña y Niceto Alcalá-Zamora es otro ejemplo. «La memoria parece grande por lo que muestra en recuerdos; lo es mucho más por lo que ciertamente esconde», decía el ilustre prieguense Alcalá-Zamora y Torres en los momentos en los que el sentimiento y la política coinciden en algunas de su páginas más preciadas.

¿Son Rajoy y Puigdemont personajes de novela? Siempre hay algo de literario en la figura de un político. El perfil psicológico de ambos es diferente. Aunque ambos serían más propios de la novela del siglo XIX que de la del siglo XXI. Tal vez, Azorín y Unamuno los hubieran reflejado y retratado de forma acertada. No me imagino a Joyce o a Steinbeck convirtiendo en personajes de sus obras a ambos políticos y menos aún adoptando como núcleo central la independencia de Cataluña. Si acaso, los puros de Rajoy sí serían motivo de párrafos y fragmentos de algún capítulo en los que la semiología y la narrativa coincidan en sus fines siquiera por unos momentos.

El veintiuno de diciembre se acerca con la misma rapidez que tenía, corriendo la banda «la galerna del Cantábrico», Francisco Gento. El presidente del Gobierno y el ex presidente de la Generalitat no descubren sus tácticas. Lo que queda claro es que será un día especial, emocionante, donde los votos valdrán oro como oro valió aquel gol de Marcelino a Rusia tan recordado en la historia del fútbol. Lev Ivánovich Yashin, el mejor portero de todos los tiempos, perdió la mirada en el infinito que parecía el fondo de su portería. Rajoy y Puigdemont también pueden perder la mirada en el infinito de las urnas. Con la diferencia de que estas son exactas y el fútbol, no. Los dos políticos, una vez hecho el recuento, volverán a pensar otra vez en el deporte rey. Si tienen claro que el Barça seguirá siendo el equipo favorito de muchos españoles, la sintaxis de sus palabras puede coincidir. Aunque solo sea a la hora de un saludo, que, más bien, parezca una onomatopeya, entre interjecciones, cuando se celebra un gol en el Camp Nou.

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